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EDITORIAL

En estado de caos

Los taponamientos del tránsito, que en pocos minutos alcanzan dimensiones kilométricas, constituyen hoy uno de los mayores dolores de cabeza para la ciudadanía.

Todos estamos viviendo, a diario, las sufrientes consecuencias de este caos, que no parece fácil de resolver en una ciudad que carece de anchas avenidas y calles o de otras infraestructuras para soportar los millones de vehículos que hoy circulan por sus vías a todas horas del día.

Mientras la capital ha tocado ya el punto de colapso en lo que se refiere a la circulación vehicular, no se avizoran políticas ni medidas de emergencia para tomar el toro por los cuernos y remediar el problema.

Está claro que uno de los factores es la desmedida circulación de vehículos que no están en condiciones para transportar ni cargas ni pasajeros, en vista de su obsolescencia.

Aparte de agravar el congestionamiento, la presencia de estas chatarras generadoras de emisiones de dióxido de carbono debido a la ausencia de filtros de combustión de sus viejos motores, representa una amenaza a la salud pública y a la sanidad del ambiente.

En un estado de caos permanente, como el que vivimos todos los días, la posibilidad de aplicar efectivamente las leyes del tránsito es bastante dudosa, porque no hay suficientes agentes del tránsito para controlar los desmanes de choferes imprudentes y desafiantes, per se, de toda norma reguladora.

Por eso es que, en medio de un taponamiento que puede demorar hasta una hora un trayecto de menos de diez kilómetros, los conductores se desesperan y hacen lo que sea para salir del atolladero. Para estos desesperados, no hay ley ni norma que valga.

El soportar estas largas demoras en los trayectos altera el ánimo de cualquiera, hasta del más decidido conductor que religiosamente cumple con las normas. Hasta las ambulancias y los vehículos de bomberos confrontan dificultades para abrirse paso rápido en estas vías ultra congestionadas.

¿Qué piensa hacer el Gobierno para enfrentar este caos?

Ya se sabe que con anuncios de planes y políticas no se llega a ningún lado. Las soluciones tienen que llegar ya en la forma de medidas urgentes, inteligentes, estrictas y eficaces, que se apliquen sin contemplaciones, aunque duelan.

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