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EDITORIAL

Los privilegiados por la impunidad

Si hay una anomalía suprema que simboliza la decadencia de la ley y de la autoridad, esa es la que representa el caótico sistema de tránsito de nuestro país, inmune a todo cambio, por el momento.

En las calles y en las carreteras se multiplican, a diario, las más diversas infracciones a las normas establecidas para regular la circulación de vehículos de motor, de cualquier tipo, y esta es la razón por la cual el país está en el tope mundial con más muertes por accidentes viales.

Otro país, con tan alta mortandad, ya hubiese tomado las medidas de rigor para contener la hemorragia de sangre que tiñe nuestras calles y carreteras, con sus secuelas de daños físicos para víctimas sobrevivientes y los costos por el aseguramiento de personas y vehículos.

Los choferes del concho, los motoconchistas y los camioneros, con mínimas excepciones, han tomado muy en serio su condición de ciudadanos privilegiados, inalcanzables para la ley.

Se ufanan de considerarse “los dueños del país” y bajo ese esquema mental se sienten libres de burlar todas las normativas legales. Los gobiernos tratan a sus sindicatos con paños y manteles, muy distinto al que reciben otros usuarios del sistema de tránsito, a muchos de los cuales se les aplican “multas fantamas” por violaciones que nunca han cometido.

Cuando el ejemplo de los incumplidores de la ley se hace patente a la vista de otros ciudadanos, estos pueden contagiarse de ese vicio y por eso, exactamente, es que vivimos bajo un caos permanente en el tránsito.

Ahora que se inicia la semana para la concientización vial, es preciso que todos los usuarios del sistema, los violadores y los que se cuidan de cumplir con sus deberes, asuman este problema con más seriedad.

Si estamos haciendo esfuerzos por institucionalizar el país, lo primero que debemos lograr es que un elemental principio de observación y respeto a la ley, como es el caso de no saltarse la luz roja de un semáforo, sea garantizado por la autoridad, al costo que sea.

La educación vial, comenzando por las escuelas, es una loable iniciativa, que debe extenderse a otras capas de ciudadanos, principalmente a los choferes del transporte público, privado y oficial, que son muy propensos al manejo imprudente y truculento.

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