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EDITORIAL

El pudor y el recato en su última batalla

En los tiempos en que el pudor valía algo, las mujeres cuidaban mucho sus formas de vestir para no parecer que, por descubrir más de la cuenta sus cuerpos, buscaban provocar o despertar la lujuria de los hombres.

Cuando llegó la época de la liberación, los escotes y las minifaldas resultaron una primaria muestra del rompimiento de las viejas normas. Los hotpants, los bikinis y, luego, los top-less, confirmaron una tendencia que hoy sigue en auge.

Por un momento, estos “destapes” fueron asociados al boom de los movimientos sociales que reclamaban el reconocimiento del derecho de la gente a hacer con su cuerpo lo que quisiera, y a la expansión de la pornografía por medios audiovisuales.

Lo que ocurre ahora, sin embargo, es el clímax del destape. Las fotos de mujeres que exhiben sus glúteos y parte de sus senos sin rubor en las redes sociales, en fiestas al aire libre, en shows televisivos y hasta en clubes nocturnos, se “viralizan” con rapidez y amplitud.

Ya parece que falta poco para llegar al desnudo total, como moda rutinaria, no como las protestas excepcionales que de tiempo en tiempo sacan a las calles a hombres y mujeres en cueros hasta que la Policía los corre.

Como aquí vivimos en una sociedad que se deja contagiar fácil por lo que parece una moda divertida, no importa si transgrede algunos valores sociales o disposiciones legales, no tardará mucho en que aparezca una, sea megadiva o presuma de serlo, que intente ser la pionera del destape social.

Porque el concepto de libertad que se asume es el de que no pueden cohibirse los deseos, los caprichos o los instintos de las personas, aunque estos constituyan una abierta invitación a la excitación sexual o a una vida de estilo porno. De hecho, existe una corriente de pensamiento que postula que la pornografía es un arte nuevo.

Con la mentalidad de muchos jóvenes de hoy de que tienen derecho a elegir la definición de género que más le plazca, o a sostener relaciones amorosas y sexuales con un hombre y una mujer a la vez, o alternativamente, el andar sin ropas podría dejar de ser tema trascendente bajo este esquema de degradación.

El pudor y el recato están a punto de perder su última batalla.

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