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La prevención, en desacato

Si es por leyes o por normas, podría decirse que en el país están dadas las bases para que se entronice una cultura de la prevención, pero lamentablemente estamos desacatando las reglas.

El más reciente intento es el de la aplicación de los alcoholímetros entre los conductores de vehículos con la finalidad de detectar a choferes que, por estar ebrios o pasados de tragos, pueden representar un peligro en las vías públicas.

En lugar de recibir con los mejores augurios esta prueba, ya muchos quieren condenarla al fracaso, apostando a su incumplimiento o inaplicación, con tal de que no se generalice este modelo de prevención que se concatena con otras normativas aprobadas por el Instituto Nacional de Transporte y Tránsito, igualmente desacatadas.

El no respetar esas normativas es ignorar, injustificadamente, su importante finalidad: evitar más accidentes y muertes en nuestras calles y carreteras, tanto si la causa es la alta velocidad (para lo cual existen controles), la circulación de vehículos con desperfectos (gomas lisas y frenos malos), o las violaciones de semáforos.

Estos elementos de prevención no prosperan si los ciudadanos no hacen conciencia de que están destinados a proteger su seguridad, pero también si dejamos que la anomia social en la que vivimos, donde campea la falta de autoridad, convierta dichas normas en letra muerta.

Socializar estas reglas de prevención, mediante campañas sistemáticas a todos los niveles, debe asumirse como una tarea de prioridad nacional.

El otro lado de la moneda es hacerlas cumplir y para ello la autoridad debe ejercer sus responsabilidades, no con truculencias ni arbitrariedades, sino con la debida actuación frente a los ciudadanos para persuadirlos de que con esas medidas se busca prevenir desgracias.

Así como las pruebas antidoping son obligatorias entre los atletas que van a una competición, los que solicitan autorización para portar armas, buscan ciertos empleos o desean enrolarse en instituciones militares, así las de los alcoholímetros debe aceptarse y cumplirse en atención a sus positivos fines.

Tenemos que trabajar mucho para que en el país se instaure una cultura de la prevención que, en definitiva, sea la mejor sombrilla para una seguridad ciudadana y para vivir bajo un apropiado orden social.

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