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Resurgir de sus cenizas

En el inicio de este siglo, Monte Plata era la segunda provincia más pobre del país. Hoy, gracias a un estricto plan estratégico, ha logrado alejarse del núcleo crítico del mapa de la pobreza y la luz del desarrollo reverbera en ella.

Lo llamativo es que Monte Plata fuese y viviese como una provincia cenicienta siendo poseedora de una gran riqueza natural, agrícola y acuífera, ya que de sus ríos emana el 40 por ciento del agua que consume el país.

Posee dos zonas protegidas, Los Haitises y la sierra de Yamasá, pulmones de vida del país, pero todavía padece la incongruencia de no poder cubrir el servicio de acueducto al 70 por ciento de su población urbana.

Los monteplateños reclaman al Gobierno un programa de protección de los nacimientos de los ríos Ozama e Isabela, Yabacao, Comate, Yamasá, Mijo, Sabita y Guanuma, que tributan sus aguas a varias provincias circundantes.

¿Cómo Monte Plata ha revertido su curso de pobreza y estancamiento? Pues, con la creación de mesas de trabajo en las que los principales sectores del pueblo discuten sus necesidades.

Este es un excelente modelo que puede servir de brújula a otras provincias para perseguir los objetivos del progreso, sobre la base de la explotación de sus propias riquezas, a veces dormidas o desconocidas.

Monte Plata ha ido mejorando gradualmente todos los indicadores que marcan el bienestar humano. Pero todo eso se consigue planificando, comprometiendo a la gente al sacrificio y, sobre todo, asumiendo el principio del alta estima.

De la devastación que les causaron dos poderosos ciclones en el siglo pasado, ha resurgido de sus cenizas y hoy se ufana de ser la Provincia Esmeralda, un ejemplo para el mundo.

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