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¡Al fin, la condena!

Esta sociedad esperó cuatro años para que se hiciese justicia a los implicados en el asesinato del periodista Blas Olivo, una trama tan tenebrosa en la que, al menos, tres cómplices fueron silenciados a plomo para borrar huellas.

Solo la percepción de que la autoría intelectual descansaba en alguien poderoso, o en algún poder en específico, puede explicar esta sospechosa cadena de muertes que siguió al asesinato del periodista, entre ellas la de un capo del narco acribillado en su misma celda en una prisión de máxima seguridad.

El hecho de que las audiencias del juicio fuesen reenviadas 316 veces reforzaba la sensación de que había fuerzas ocultas propiciando la impunidad, aun cuando estaban en prisión varios de los ejecutantes del crimen, a los cuales se les condenó ayer a penas de 30 años, para uno, y de 20 años para los restantes cinco.

No hay que romperse la cabeza para presumir que, en el empeño por ocultar las causas y a los incitadores del crimen, habida una razón de origen hasta ahora brumoso, tanto por las características del secuestro y ejecución, como por la cantidad de balas que perforaron el cuerpo del periodista, como si se tratara del típico ajuste de cuentas del crimen organizado.

¿Qué cosa sabía o había visto Blas Olivo que merecía tan brutal suerte?

En principio, se identificó a los autores materiales como miembros de una banda que robaba vehículos en la zona de Bonao, pero resulta que el vehículo de Blas Olivo no fue sustraído; ni a la víctima le robaron las pertenencias que tenía en ese momento.

No era, en propiedad, un asalto más para quitarle el vehículo a una persona. Y si así fuese, ¿por qué habría que rellenarlo a tiros y abandonar su cadáver en otro lugar? Estos elementos abonaron el terreno para muchas interrogantes.

Durante todo este lapso de lento proceso judicial, manchado por las inexplicables suspensiones de las audiencias para decidir sobre un crimen sobre el cual la Justicia tenía a mano todas las pruebas y a los ejecutantes presos, la prensa dominicana, y en especial la Sociedad Interamericana de Prensa, mantuvieron siempre en alto la guardia para reclamar el esclarecimiento y la no impunidad.

Ese momento llegó. Y así esperamos que la justicia cumpla su papel para esclarecer y penalizar otros crímenes de periodistas dominicanos que siguen sin castigo, vergonzosamente.

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