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La hora loca

Hay mucha pasión política desbordada, mucho furor social incubado por las insatisfacciones, mucha gente desfogando sus frustraciones con el insulto o la violencia, signos de que vivimos en un tiempo de ansiedades y desconciertos.

Parecido a lo que ocurre al final de las recepciones matrimoniales de estos tiempos, una llamada “hora loca” echa hacia abajo, de repente, todo el decorado de glamour y fantasías, los finos modales, los trajes y las exquisiteces con que comenzó la fiesta, y los convidados rompen las formalidades y dan rienda suelta a los desenfrenos.

La sociedad está así. En su hora loca.

Las diferencias se dirimen con excesos verbales, con descalificaciones, con violencia irracional, en ciertos casos, o exorcizando los males del país mediante la quema de neumáticos, bloqueo de calles o carreteras, paros de actividades y burlas a granel a todo aquello que representa la ley o la autoridad,

Hay mucha rebeldía que estalla ante lo más nimio. La más leve infracción de tránsito puede terminar en sangre. Hasta una mala mirada puede hacer que alguien saque su arma y dispare.

Igual pasa con el bullying, los celos y envidia de los adolescentes escolares, que se resuelven con peleas, muchas veces con trágico colofón, en medio del alborozo de los testigos que filman la rebatiña con sus teléfonos celulares en lugar de conciliar a los contrincantes.

Las añagazas políticas para impulsar un sueño reeleccionista han minado el escenario preelectoral estremeciendo, en particular, al Partido de la Liberación Dominicana, y todos los humos que provocan los choques de los pro y los antirreeleccionistas, se esparcen al resto de la sociedad, como el smog de Ciudad México.

Como todo se vale en la hora loca matrimonial, ya sea para brincar, cantar, bailar o mandar a la porra los rígidos moldes de conducta social, así en la sociedad echamos fácilmente abajo el respeto al prójimo, perdemos la prudente mesura para enfrentar los desacuerdos, la calma para soportar todo lo que sale mal y nos ponemos más agrios y crispados de comportamiento.

Un músico popular, como José Peña Suazo, ha encontrado la razón de todo este desplome anímico y conductual, con esta sencilla expresión: “Es que estamos perdiendo el amor por el ser humano”.

Después que esa virtud se pierde, a nadie le importa la suerte del otro, ni siquiera de su propio país, sino lo tanto que puede desconectarse de la realidad entregándose a los placeres y vaivenes de una “hora loca” que pone a la sociedad patas arriba rumiando sus penas y dolores, sus frustraciones y sus desesperanzas.

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