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Y las chatarras, ¿pa’cuándo?

El retiro de los vehículos chatarras o en condiciones inapropiadas, tanto para el transporte público como de uso privado, no puede demorar, si es que de veras hay empeño oficial en enfrentar el congestionamiento de nuestras vías.

El plan original es que en diez años no circulen vehículos carentes de las condiciones mínimas requeridas por ley, pero en algún momento hay que comenzar ya que la capital no resiste más caos en su sistema de tránsito.

Estaba previsto que para septiembre del año pasado se produciría la primera oleada de sustitución de chatarras por vehículos nuevos o de pocos años de fabricación, como parte de un conjunto de medidas de política de tránsito y transporte.

Esto no se produjo.

El retiro no obedece a razones caprichosas. Es un imperativo medioambiental, ya que estos vehículos emiten sustancias contaminantes. Es un imperativo de seguridad ciudadana porque el mal estado de sus motores, gomas y frenos pone en riesgo las vidas de sus ocupantes.

Es también un imperativo de salud ciudadana, porque la masiva presencia de estas chatarras contribuye a agravar la circulación vehicular, causando lentitud o retrasos por culpa de los continuos desperfectos que hacen que estos queden paralizados en las calles con bastante frecuencia.

Naturalmente, este es un aspecto del problema general del tránsito, que es más complejo. Hay muchas medidas ideadas para abordar y resolver o minimizar el problema, pero estas también sufren demoras en su puesta en práctica, tal como se señala en un reportaje que publicamos en esta edición.

Mientras haya lentitud en la aplicación de esas medidas, mayor será la angustia que padecen conductores y transeúntes en una capital en la que para llegar a una corta distancia hay que consumir quince o veinte minutos en desesperante desfile de vehículos y chatarras quemando combustible, inevitablemente.

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