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“Tierra de nadie”en la frontera

La negligencia de restablecer y visibilizar los límites físicos de nuestra frontera con Haití ha dado lugar a que una amplia franja dominicana sea, en la práctica, tierra de nadie.

Por eso su usufructo y hasta el sentido de propiedad, por parte de haitianos indocumentados, ha sido causa frecuente de incidentes violentos cuando la autoridad dominicana quiere hacer valer la pertenencia del territorio.

Las turbas haitianas que enfrentaron, con piedras, machetes y tiros, a las tropas dominicanas en el sitio de El Carrizal, en Elías Piña, la semana pasada, reivindicaban esas tierras como suyas.

Ese mismo sentido de pertenencia lo tienen también los haitianos que han ocupado otras porciones fronterizas del lado dominicano, y se han mantenido en ellas por largos años, culpa de la desidia de nuestros gobiernos de formalizar la delimitación en base a los acuerdos bilaterales que marcan la separación.

Haití no moverá un dedo para desalentar estas ocupaciones graduales que luego devienen en la formación de asentamientos donde predominan las costumbres, el idioma, la moneda y las prácticas depredadoras de los recursos naturales, tal como si vivieran en su propio territorio.

Con los recurrentes períodos de inestabilidad política y una pobreza agravada, los gobiernos haitianos no han tenido la voluntad (ni les conviene, podrían decir) de visibilizar la frontera física, para mantenerla difusa y en trance de evaporación.

Pero este puede ser (y lo es) el caldo de cultivo de una crisis futura de mayor envergadura, cuando los asentamientos haitianos se multipliquen y se masifiquen, haciendo más difícil su desocupación, por vías pacíficas o violentas, a la hora en que la República Dominicana necesite revalidar su soberanía en esas demarcaciones.

El ejemplo de El Carrizal y de otras comunidades fronterizas prácticamente haitianizadas es apenas un avance de la película de suspenso de la que tarde o temprano seremos expectadores.

Hay que establecer, sin pérdida de tiempo, los indicadores físicos de la demarcación fronteriza, o de lo contrario, la fuerza de los hechos y de las costumbres podrían bastar para la enajenación de parte del territorio dominicano.

Esa absorción ya se ha dado. Y los haitianos indocumentados lucen decididos a demostrarlo. EDITORIAL

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