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Una sociedad defraudada

La controversial y repudiada sentencia que impuso penas mínimas de prisión a la madre del autor del brutal crimen de la joven Emely Peguero, implicada en una bárbara trama criminal, ha defraudado a toda la sociedad, que esperaba justicia.

El alegato de que la complicidad se configura antes de un crimen no borra la gravedad, la inhumanidad y la perversidad de la acción participativa de ella en el encubrimiento de un crimen, la ocultación del cadáver y, en gran medida, la intención inicial de obstruir o desviar la investigación forense para que no alcanzara a los verdaderos culpables.

Durante más de un año, y como reflejo de la indignación social latente por la brutalidad con que se le hizo el aborto y se le dio la paliza letal a la joven Emely, los medios de comunicación y el público no le quitaron la vista al proceso en ningún momento, porque en verdad la sociedad aguardaba las debidas reparaciones.

La interpretación jurídica, que suele ser a menudo el argumento o base de sustentación de condenas, puede ser acomodaticia dependiendo del contexto en el que el acusado, o los intereses que puedan estar detrás de sí, pueden obrar para inducir un fallo indulgente.

Esta sociedad no estaba esperando que, frente al crimen, aparecieran estos subterfugios jurídicos.

Con tantas pruebas de venalidad, tráfico de influencias y triquiñuelas que se han puesto de manifiesto en distintos niveles de la judicatura dominicana, tanto entre fiscales como jueces vendidos, la sociedad siempre estuvo expectante para que este fenómeno no sesgara el juicio justo a los asesinos de Emely.

Ahora cabe esperar que la Procuraduría General de la República, que ha decidido apelar esa sentencia, robustezca las acusaciones para demostrar que el encubrimiento o lo que sea es tan criminal como la “complicidad” que define la ley y el Código Penal.

Porque no puede ser tan punible únicamente la “complicidad” si el encubrimiento o la participación posterior a un crimen agravan el hecho. No es un asunto de si antes o después.

Acerca de este fallo, algunos juristas afirman que los jueces se apegaron estrictamente al Derecho, a lo que dice el Código. Y no dejan de tener razón.

Pero cuántas veces la sociedad ha visto, con estupor, que “apegándose” literalmente a las normas, aquí muchos bandidos, criminales y desfalcadores de los fondos públicos han saltado la tapia de la justicia para caer, plácidos, cómodos e intocables, en el lecho de las impunidades, por la benevolencia de trato de los jueces o por la falla, de omisión o intencional, de los fiscales en la sustentación de los expedientes.

Esta sociedad ha quedado francamente defraudada por esta inesperada indulgencia. Lo único que la redime es que la apelación logre la sentencia ejemplar que todos esperaban, no por morbo ni por “populismo mediático”, sino por un verdadero sentido de pena e indignación ante la tragedia de Emely.

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