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Por un Instituto del Pollo

El pollo es el único alimento que se vende “fiao” desde la granja hasta el pollero del barrio, pero también es la única proteína accesible, día por día, a pobres y gentes de clase media.

Esta es una cadena de intermediación benevolente, pues las granjas entregan sus pollos al mayorista sin que este tenga que aportar de inmediato el efectivo, y desde este nivel llega a los detallistas y las improvisadas carnicerías barriales, con igual patrón de entendimiento.

En algunos vecindarios, los polleros “fían” el producto a la doñita que le compra todos los días, en una cadena que involucra más de 600 mil pollos que llegan a las mesas de los dominicanos, desde las granjas, en cuestión de horas, porque no son congelados.

Todo este cuadro de relaciones entre productor, intermediario y consumidor, pone de relieve las particularidades de esta industria, muy vital para el desarrollo del país y para la salud de sus ciudadanos, ya que por el momento mueve en el país seis millones de huevos diarios y 336 millones de toneladas de carne de pollo al año.

Ahora que los productores se han asociado para defender, unidos, la calidad del pollo dominicano, han creado el sello “Come pollo de aquí”, para alentar su consumo ante las importaciones, cada vez crecientes, de los pollos extranjeros, que se someten a procesos de congelación desde que salen de las granjas hasta que se venden en los supermercados.

Creemos que, en apoyo a este esfuerzo por fomentar una “marca-nacional”, debería crearse un Instituto del Pollo, que se ocupe de diseñar estándares de calidad, tanto para el pollo como para el huevo, normas de incubación y crianza, protocolos de sanidad y monitoreo de precios y mercados, para que el sector quede formalmente organizado y parametrado y en capacidad de emitir certificaciones.

El Instituto del Pollo podría convertirse en una especie de rector del sector, aglutinando a todos sus autores, promoviendo investigaciones y centros de adiestramiento como fuentes de nuevos empleos y conocimientos. Y, sobre todo, como el gran escudo protector de los intereses de este sector estratégico de la economía dominicana.

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