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El problema de fondo del transporte

La de ayer fue una jornada de paros en el transporte de pasajeros que afectó la Capital y gran parte de la región Sur del país, dejando sin movilidad a cientos de miles de personas que no pudieron llegar a tiempo a oficinas, escuelas, centros de trabajo y de salud.

Aunque los camioneros pactaron anteanoche en el Palacio Nacional dejar sin efecto su llamado a paro en el transporte de carga, un sector de los transportistas de pasajeros mantuvo su llamado y efectivamente ellos trastornaron el servicio en forma significativa.

Los transportistas, de carga y pasajeros, están demandando que se establezca un precio para los combustibles mucho más bajo del que actualmente rige por disposición gubernamental -como establece la ley- porque según sus cálculos, están pagando mucho más de lo que realmente costaría un galón de gasolina, de gasoil o de Gas Licuado de Petróleo.

Dos circunstancias confluyen para que los precios de los combustibles cuesten mucho más en República Dominicana que en otros países de la región, igualmente no productores de petróleo: alzas en los mercados internacionales y unos impuestos en cascada (fijos y al valor) que provocan que mientras más caro sea el crudo, más alto termine el precio de los productos refinados.

Cuando en noviembre del año 2000 el Congreso Nacional aprobó la Ley 112-00, las autoridades hicieron una opción clara: utilizar los combustibles -el verdadero motor del desarrollo de las actividades productivas- como fuente recaudadora por excelencia, pese a que se trata de un “commodity” importado, que además es imprescindible para producir y mover mercancías, servicios y personas. Ahora el país tiene las tenazas al cuello: el petróleo en alza, impuestos múltiples que encarecen en forma geométrica los precios internos de los combustibles y transportistas que presionan para una baja que les permita operar con rentabilidad.

Todos los sectores del país deberían entrar en debate para determinar qué conviene más a la economía y a la sociedad dominicana: si usar los combustibles como fuente de recaudación por excelencia o como motor productivo, comercial y de servicio para que sean las mercancías las que paguen los impuestos.

Estamos hablando de abordar el tema sin subterfugios ni engañifas, para dar una solución no coyuntural, sino de largo plazo, a un tema que afecta el desarrollo y promueve un desorden desestabilizador, que nadie quisiera ver extenderse.

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