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EDITORIAL

Un tembloroso despertar

Despertar de un sueño profundo en medio de un sismo es una de las peores pesadillas. Así lo debieron sentir, de seguro, miles de dominicanos al amanecer de ayer cuando un temblor de 4.9 grados remeció fuertemente sus camas y los hizo presas del miedo y la incertidumbre.

Afortunadamente no se produjeron daños materiales ni humanos, pero la experiencia sirve, al menos, para recordarnos que vivimos en un territorio susceptible a estos inesperados y aterradores movimientos telúricos y que no podemos estar ajenos a tales eventualidades.

De un tiempo acá, los especialistas en geología y sismología vienen advirtiendo que, en vista de que nos encontramos situados en medio de dos placas tectónicas, la de Norteamérica y la del Caribe, estamos expuestos a sufrir las consecuencias que se derivan del choque de estas porciones semovientes.

La explicación científi ca es que esas placas suelen moverse una al lado de la otra para ajustarse, separadas por una línea de falla.

Cuando se encuentran en esta frontera, acumulan energía y presión que luego desfogan en forma de temblores de tierra aunque el choque se origine en el fondo del mar.

El país se encuentra, según los geólogos, en el mismo borde de las dos grandes placas y por eso sentimos a menudo temblores de tierra de diferentes intensidades.

En el pasado, dos terremotos distintos destruyeron Santiago y La Vega y causaron un tsunami o penetracion del mar en Nagua.

A esta realidad fue que despertamos ayer para que estemos conscientes y alertas.

No somos capaces de evitar los temblores de tierra, pero podemos aprender a actuar y tomar previsiones antes, durante y después de un sismo, aunque la ocurrencia nos malogre el sueño y nos despierte al pánico.

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