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Una verdadera farsa

No pueden ser legítimos los resultados de unas elecciones montadas por una dictadura sobre la base de cortapisas para inhibir a la oposición y sobre un tinglado de triquiñuelas procesales para validar votos falsos y abultar resultados.

Donde no hay democracia ni libertades reales no pueden existir garantías para que unos comicios, como los que celebró Venezuela el pasado domingo, se consideren representativos de la voluntad popular.

Más que hablar de la “victoria” del dictador, lo que cabría es deplorar la derrota de todo un pueblo, hoy sumido en la pobreza, en el descalabro económico y en la inseguridad, que no ha podido deshacerse de las ataduras de un régimen incompetente e incapaz de promover el bienestar humano y social, pese a las riquezas naturales de una nación otrora poderosa.

El solo hecho de que el pueblo, mayoritariamente, se abstuviera de ir a las urnas para no legalizar la farsa, invalida esas elecciones, viciadas de antemano.

En esa premisa es que se ha basado el repudio internacional a sus resultados patentizado por numerosos países con los que Venezuela mantiene relaciones diplomáticas y comerciales. Francamente han dicho que no reconocen esos sufragios como legítimos y han exigido que se celebren elecciones libres y limpias.

Esta postura unánime implica, en lo inmediato, una especie de cuarentena para Venezuela, aislándola del resto de sus vecinos y de otros grandes de la comunidad internacional, lo que puede agravar las ya menguadas capacidades de ese país para salir del atolladero de la inflación, la más alta del mundo, y para mejorar sus negocios con el exterior.

Con esta especie de sanción moral, más las del tipo económico y financiero que acaban de aplicarle los Estados Unidos, es posible y previsible estrecharle el cerco a la dictadura, como le ocurrió a Trujillo tras el atentado contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt, hasta dejarla en agonía de muerte.

Venezuela todavía tiene la oportunidad de salir de la pesadilla y recobrar la bien ganada reputación de paradigma democrático que fue décadas atrás si todas las fuerzas defensoras de las libertades se unifican en el propósito de reencauzar el país por otras vías que no sean las que ha desbrozado Maduro en el camino hacia el matadero.

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