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Los alcoholímetros

Una vez estuvieron en uso, pero gradualmente fueron echados a un lado y nunca volvió a hablarse del uso de alcoholímetros por la policía de carreteras para detectar a conductores alcoholizados.

Una pena, pues estos instrumentos han demostrado ser eficaces en la prevención de accidentes de tránsito, sobre todo cuando se comprueba que un conductor tiene en su sangre grados de alcohol que pueden hacerle perder su capacidad de control, su visión y hasta su propia consciencia.

Ahora el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre anuncia que empleará este sistema de pruebas en carreteras y vías públicas, previo entrenamiento al personal de la Autoridad Metropolitana del Transporte y la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte, conjuntamente con retenes móviles para los mismos fines.

Como la nueva ley del tránsito prohíbe expresamente manejar bebiendo alcohol y sustancias narcóticas, o manejando en estado de ebriedad, la reintroducción de los alcoholímetros es una oportuna y atinada medida.

Muchos de los accidentes fatales que ocurren en este país, señalado entre los de más alto índice del mundo, tienen su causa en la embriaguez o el consumo de alcohol de los choferes, sobre todo cuando hay feriados o asuetos largos.

Una de las razones por las cuales se establecieron límites de horarios al expendio de bebidas alcohólicas los días de trabajo y fines de semana fue para evitar que las calles se llenaran en la madrugada de conductores abotargados o “felices” tras ingerir alcohol en colmadones, discotecas, casinos y otros lugares de diversión.

Pero ni aun así ha podido controlarse la hemorragia de muertes, heridos e incapacitados por accidentes de tránsito, ya que al consumo de alcohol también se agrega la propensión a conducir a altas velocidades o al deporte favorito de muchos de robarse la luz roja de los semáforos o ignorar otras vitales señales de advertencia y regulación del tránsito.

Lo importante, ahora, es que las autoridades del tránsito y del transporte apliquen rigurosamente el procedimiento para que no se convierta en fuente de corrupción, exonerando a los infractores por “coimas”, por enllavismos o por cualquier otro subterfugio.

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