Hora de solidaridad
El país vive bajo un estado de calamidad a consecuencia de los destrozos, interrupciones e incomunicaciones causadas por un temporal de lluvias incesantes durante más de una semana.
No hay una región en el país que haya escapado de alguno de estos impactos.
Y como hay pronósticos de que seguirán las lluvias, todavía no se puede tener una idea de la suma de los daños ni siquiera del tiempo que costará la rehabilitación y normalización de las actividades en cada una de las zonas afectadas.
El Gobierno, solo, no podrá cargar con todo el peso de esas tareas de reconstrucción y normalización.
Los ayuntamientos, las empresas privadas y los grupos organizados, entre ellos los partidos políticos, tienen que asumir una parte de esa responsabilidad.
De momento, lo más urgente es la atención de las familias desplazadas y la reapertura de las comunicaciones terrestres entre localidades aisladas por culpa de inundaciones de ríos y arroyos o por derrumbes.
Es hora de un ejercicio de solidaridad, formando voluntarios para ayudar en estas tareas. Los partidos, que tienen alta capacidad para movilizar a sus seguidores, pueden contribuir en este esfuerzo excepcional si de verdad son sensibles a las necesidades del pueblo.
Las empresas y los ayuntamientos pueden aportar recursos, equipos y también personal humano para estas tareas en la medida de sus disponibilidades o de la gravedad de la situación en sus respectivas demarcaciones.
Ya las pérdidas económicas por la destrucción de cultivos o lo que representan los suelos saturados de agua, más las que se agregan con las viviendas destruidas y ajuares inservibles y los daños de puentes y otras infraestructuras, muestran el saldo de la catástrofe.
Pero mientras más se demore la acción de socorro y trabajo voluntario o pagado, mayor será el nivel de esas pérdidas.
Estamos en una hora que demanda la solidaridad de todos, sin distinciones, para recuperar al país de esta inoportuna calamidad.