En auxilio de Santiago

En muchas décadas Santiago no había padecido el nivel de inundaciones de sus calles y cañadas como las últimas que se han registrado allí y en lugares cercanos como Tamboril y Moca, causando gran estela de traumas a sus residentes.

Verdaderos lagos artificiales fueron los que se formaron en las principales avenidas y calles de la segunda ciudad del país, a causa de la saturación de basuras en los canales del drenaje pluvial, por un lado, y del desborde de cañadas y lechos de ríos que habían permanecido secos durante años.

Santiago tiene muchas cañadas que ameritan ser intervenidas mediante un plan piloto en el que podrían combinarse el Gobierno central y la Alcaldía, tanto para limpiarlas y evitar que con nuevas lluvias sean desbordadas por las aguas, para sanearlas definitivamente.

El alcalde anterior se empleó a fondo en este problema, pero no pudo hacer más que sanear dos o tres cañadas, las de El Hoyo de Julia, en El Egido, y Vuelta Larga, en Los Salados, construyéndoles edificios de apartamentos a los vecinos para resguardar sus vidas y bienes de los eventuales desbordes.

Pero hace falta sanear otras cañadas, como las del arroyo Gurabo en Nibaje; la de Pontezuela, la de El Diablo, la de El Hoyo de Elías, en Yagüita de Pastor; El Fracatán, Los Guandules, Las Cayenas, Hoyo de Puchula, Hoyo de Bartola y Arroyo Hondo, en cuyos alrededores moran muchas personas en situación de vulnerabilidad, pero esto no puede ser una tarea solo de la alcaldía, ya que se requieren de sustanciales recursos.

Hay que partir del hecho de que no es posible permitir el asentamiento de familias en esos lugares, sino proceder a reubicarlos en zonas más seguras. Es un drama humano, creado por las circunstancias de pobreza, y ya ni el Gobierno ni la Alcaldía pueden desentenderse de este problema.

Por tanto, urge una mano de auxilio para Santiago, que se inunda como jamás había ocurrido en décadas, provocando daños incuantificables, trastornos en la vida de los ciudadanos y en el desenvolvimiento comercial y laboral, así como amenazas de epidemias derivadas de ese estado de insalubridad.

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