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Las ruinas de Invivienda

Invivienda, uno de los fracasos inmobiliarios más resonantes del Estado dominicano, sigue siendo hoy una ruina, a 34 años del inicio de su construcción.

El Estado se ha desentendido de quienes fueron precisamente esquilmados al avanzar iniciales o pagos sustanciales por apartamentos que quedaron a medio talle, tal como están hoy, o que nunca se edificaron.

En esa situación se encuentran más de 300 familias que, para no perderlo todo, se metieron en los apartamentos inacabados, les hicieron algunos arreglitos y allí mal pasan sus vidas desde hace 30 años.

Un drama incesante. Un desamparo total.

Desde la discontinuidad de esa obra, pensada originalmente para dotar de apartamentos dignos a familias de la clase media, en la capital y en otros lugares el Estado ha construido residenciales de este tipo y para el mismo segmento de población, mientras Invivienda permanece estancada.

Debería procederse a una evaluación de los edificios y decidir si es viable reacondicionarlos. Si no cabe arreglo o salvamento, entonces el Estado tendría que honrar su viejo compromiso con los adquirientes facilitándoles un apartamento en las condiciones en que se acordó originalmente, y bajo cuyos términos esos ciudadanos pagaron parcial o totalmente sus costos.

Más que una reparación, justa por demás, lo que debe motivar la intervención urgente de ese conjunto de edificaciones ruinosas es el deber del Estado de acudir en auxilio de 300 familias que soportan hacinamiento, insalubridad y carencias, lo que no estaba en el paquete que le vendieron en 1982 cuando se inauguró Invivienda.

Es más grande el problema humanitario que el físico o estructural de estas edificaciones. Y el Estado no puede ser indiferente ante este drama que padecen personas que no tienen ninguna culpa por este fiasco.

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