Lo que se oculta con la “desconcentración”
Desde hace algún tiempo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con el apoyo de la UNESCO, andan de manos juntas promoviendo la idea de establecer una legislación para el control de los monopolios en los medios de comunicación.
La “desconcentración” de dichos medios no es más que la pantalla que se vende para abrir el paso a los gobiernos y a las ONG que secretamente les sirven a fin de que los periódicos o emisoras “desconcentrados” pasen a sus manos.
Como está ocurriendo hoy en algunos países de América Latina, cuyos gobiernos han repartido frecuencias radiales y televisivas a los llamados “medios comunitarios”, que a fin de cuentas no son más que voceros disfrazados de dichos gobiernos que actúan como puntas de lanza contra la prensa independiente.
En el empeño de instalar una legislación supuestamente antimonopólica se esconde el propósito de abrir cauces a otras legislaciones complementarias que, en el fondo, constituirían nuevas regulaciones contra los medios de comunicación.
Pero hablar ahora de control cuando el ecosistema de los medios de comunicación ya no está siendo impactado primordialmente por los periódicos, como era hace varios años, sino por los gigantes globales de las redes sociales, parecería una discusión fuera de tiempo.
Y no nos luce así. El plan que se cocina en la CIDH con el apoyo de la UNESCO jamás apunta hacia el control de esos gigantes globales, sino a los medios independientes de América Latina, colocándoles más collares para narigonearlos.
No nos perdamos con eso.
