La necesaria “desarrabalización”
El fenómeno de la ocupación de aceras públicas por parte de venduteros ha cobrado demasiado cuerpo en la capital, generando innumerables dificultades en la rutina de vida de los ciudadanos.
Uno de los más enraizados ejemplos de arrabalización es el de la confluencia de la calle París con la avenida Duarte, donde el asentamiento de los venduteros ha sido tan absoluto que ninguna administración edilicia ha podido resolverlo, pese a que se han creado algunos espacios para reubicar a dichos vendedores.
En estos días, la Autoridad Metropolitana del Transporte emprendió la tarea de limpiar las aceras en esa zona y logró retirar parcialmente los negocios improvisados en uno de los lados de la calle París, como primeros pasos para extender ese operativo a otras partes de la ciudad.
Resulta que independientemente del derecho que tienen los ciudadanos a ganarse la vida de manera honesta y correcta, está ante todo la ley y, por igual, las normas regulatorias que emite el gobierno de la ciudad para preservar el sentido de las áreas públicas, y las aceras, como las calles, que no deben convertirse en “puntos de venta” de nadie y de nada.
Aparte de los venduteros, uno de los graves problemas aparejados con la arrabalización urbana es la abierta usurpación que hacen muchos bares y colmadones de aceras y calles para acomodar, con mesas de beber o de jugar dominó, a sus clientes, exponiéndose a numerosos riesgos.
Todas estas anormalidades deben de ser corregidas con una firme política de limpieza, cuidado y protección de las áreas públicas, que no pertenecen a comerciantes individuales (como “pertenecen” las rutas del concho a dos o tres empresas del transporte), sino a toda la ciudadanía, cuyo deber es darle el uso para el cual están destinadas, jamás para satisfacer los caprichos de negociantes y avivatos.