Los “drones” se ponen de moda

Los drones se han convertido en los nuevos juguetes de los adultos, pero son algo más que eso: sirven a muchos propósitos útiles, sobre todo a los medios de comunicación social, sean o no audiovisuales. Estos pequeños aparatos voladores, con una configuración semejante a la de los helicópteros, son de uso extendido entre cadenas televisivas y grandes periódicos del mundo, pues sus cámaras permiten tomar imágenes desde distintos ángulos y altura, tanto fílmicas como fotográficas, con más autonomía que los camarógrafos o fotógrafos de prensa. Su versatilidad también ha sido aprovechada para registrar espectáculos artísticos, celebraciones sociales como bodas y cumpleaños, marchas callejeras, cobertura de incendios o desastres naturales, competencias deportivas, paisajes turísticos, parques y en el negocio inmobiliario, con fines promocionales. En Brasil, por ejemplo, la Policía usa estos aparatos no tripulados, armados de potentes cámaras, para vigilar las fabelas desde el aire, pero también los drones pueden servir al sector privado, a las universidades o centros de gran afluencia de público como herramientas de control de seguridad. Aquí deberíamos pensar en dotar a las Fuerzas Armadas de drones de cierta categoría para fortalecer el programa de seguridad ciudadana o para la vigilancia de zonas específicas. Pero mientras esas expectativas esperan para cumplirse algún día, y entre tanto los drones sean por el momento divertidos e ingeniosos juguetes para adultos, es obvio que hay que ir pensando en un marco de regulaciones oficiales para evitar que puedan ser utilizados en acciones no positivas, intrusivas o delictivas. El Instituto de Aviación Civil anunció que estudia un conjunto de medidas, semejantes a las que se adoptan en otros países, para garantizar que los drones sean útiles, no dañinos o peligrosos, a la sociedad, ahora que están en auge aquí y en numerosas partes del mundo.

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