Atendiendo sus cartones
Hay detalles, que pudieran parecer intrascendentes para ocupar la atención de un Presidente de la República, que excepcionalmente son los que marcan la tónica de trabajo de un gobierno.
Ese detalle lo puso de relieve ayer el presidente Danilo Medina, al ocuparse personalmente de averiguar por qué la construcción de una nueva escuela en Arenoso está paralizada desde hace más de tres meses.
Y su gesto de llamar de inmediato por teléfono al ingeniero encargado, al que le exigió explicaciones de las razones y, algo más, a quien le dio un ultimátum para que reinicie el lunes la obra y la termine antes de agosto, representa un excelente ejemplo de preocupación por la suerte de un proyecto en el que el Gobierno invierte fondos, y en el que pone esperanzas de que sirva a los propósitos de albergar a más estudiantes en agosto.
Los presidentes son pocos dados a interesarse por obras pueblerinas, sobre todo si no tienen altas magnitudes en costos y relevancias. Balaguer, en sus tiempos, dio innumerables ejemplos de que no hay obra grande ni pequeña, y que todas, no importa estas dimensiones, son necesarias y útiles para satisfacer las expectativas de una población.
Tenía la costumbre, sin aviso previo, de ir al terreno de las obras, verifi car inclusive si estaban colocando los blocks o las columnas que se le exigían al constructor; si las dimensiones respondían al contrato original, si el ritmo de construcción era regular, para así llevar un control bastante amplio de lo que hacía su gobierno en el campo de las obras públicas.
Un día fue a inaugurar un edifi cio, y el acto tuvo que ser suspendido ipso-facto porque se puso a contar las líneas de blocks y descubrió que no completaban la altura de lo contratado. Por esta causa, la techumbre fue demolida y el ingeniero constructor se vio obligado a subir las líneas de blocks que faltaban hasta completar el trabajo tal como fue acordado.
Luego de esa experiencia, ningún otro contratista se atrevía a hacerle trampas o triquiñuelas.
Algo un tanto semejante fue lo que ocurrió ayer en Arenoso, y suponemos que ahora el presidente Medina tendrá más razones para ocuparse de estos detalles, aunque le resten tiempo para otras responsabilidades. Al fi nal, el país le agradecerá que el mandatario “atienda sus cartones” para que no le metan gato por liebre en las obras públicas, ni le digan una cosa por otra, una costumbre aún no superada en los funcionarios timoratos que nunca quieren decirle toda la verdad al superior, para no incomodarlo o para no demostrar sus propias incompetencias.