Un acto de prudencia

El presidente Danilo Medina ha resuelto no aplicar este año el gravoso impuesto a las placas de los vehículos de motor, que ya estaba generando creciente rechazo popular. El suyo es un acto de prudencia, porque desactiva una previsible fuente de conflictos en momentos en que la volatilidad social, expresada en pobladas, se hace presente en varias partes del mundo en contra de las injusticias, la corrupción y las políticas de austeridad. La precaución se impone por encima de lo que diga cualquier ley, si de preservar la estabilidad social y económica de un país se trata. Las reformas fiscales siempre tienen el sesgo de una camisa de fuerza que se impone para sujetar a los gobiernos al gasto público razonable, pero el mayor costo recae sobre los contribuyentes, que tienen que sacar de sus bolsillos los recursos que irán a cubrir los déficits públicos. Aun cuando el nuevo impuesto a las placas forma parte del conjunto de medidas, aprobadas en una ley, de la reforma fiscal con que prácticamente se inauguró este régimen, lo que más importa en estos momentos es su grado de potencialidad para causar malestares, más que el extraordinario ingreso previsto de 3,200 millones de pesos en recaudaciones. Intentando morigerar ese posible impacto, la Dirección General de Impuestos Internos decidió que cobraría el impuesto a partir de octubre, y no desde agosto, y que permitiría que se pagara en tres meses. Pero de todos modos el tranquilizante no funcionó. Por esa razón, el presidente Medina, ducho en el conocimiento de los fenómenos sociales y políticos, columbró los indeseables efectos del impuesto, no sólo como factor de desaceleración económica sino de rechazo y malestar popular, y ordenó su posposición para el año entrante, cuando las cosas mejoren. Un verdadero y oportuno acto de prudencia. Una apropiada escucha a lo que siente el corazón de sus compatriotas.

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