Una verdadera calamidad nacional

La cola de lluvias y vientos del huracán Sandy han causado una verdadera calamidad nacional, con daños a puentes, escuelas, viviendas, cultivos agrícolas y vías de comunicación terrestre, más el trance de convertir en damnificados a casi 26 mil personas. Por segunda vez en menos de dos meses (primero fueron los destrozos causados por la tormenta Isaac), el país ha quedado expuesto a las furias de la naturaleza y el Gobierno, tan nuevo que ni siquiera ha llegado a sus primeros cien días, ha tenido que enfrentar los desafíos de la recuperación a un alto costo. Por suerte, el Gobierno ha mostrado competencias para el manejo de estas situaciones, desplegando personal y equipos para poner a salvo la vida de los ciudadanos residentes en las zonas vulnerables y para actuar con prontitud en la restauración del tránsito, en la mitigación de las dificultades que afectan a los damnificados y, más adelante, en la reparación de los daños. Esta vez, el presidente Danilo Medina ha dispuesto amplias ayudas para las personas que han perdido o han tenido que abandonar momentáneamente sus viviendas y ha flexibilizado las reglas para la compra de equipos, medicinas y todo aquello que, en situación excepcional, necesitan los ministerios y organismos que trabajan unidos en la emergencia. Estos fenómenos imponderables alteran, inesperada e inevitablemente, las agendas de cualquier gobierno, haciendo que toda la prioridad de las autoridades sea la atención urgente a la ciudadanía expuesta a los trastornos y la pronta recuperación de los sectores productivos que hayan sido afectados. Una vez más se pone en evidencia la necesidad de contar con un fondo bien nutrido para enfrentar las emergencias causadas por los fenómenos atmosféricos y sus secuelas, y para subsanar algunas vulnerabilidades que existen de viejo en barrios, pueblos o regiones que, al paso de cualquier vaguada o tormenta, hacen colapsar servicios públicos, estructuras y la actividad productiva.

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