La vulnerabilidad de los periodistas

Las agresiones a periodistas, de cualquier medio, se han multiplicado en toda América Latina, aun en países en los que se reconoce que impera un estado de respeto a la libertad de prensa. Este fenómeno ha llamado la atención de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), reunida en su 68 ava Asamblea General en Sao Paulo, Brasil, porque si bien no puede considerarse cada caso como una herida de muerte a esa libertad, la frecuencia y facilidad con que se dan descubren lo que podría ser una tendencia que cada vez cobra más espacio y que puede minar severamente el clima en que los periodistas independientes ejercen su labor. Un elemento distintivo que se ha observado en toda la región es que los casos de violencia contra periodistas provienen de muchas fuentes: o de las autoridades policiales y militares, o de agentes y sicarios del narcotráfico, o de delincuentes. Las agresiones van desde golpizas hasta insultos y amenazas, pero como estos hechos han resultado aislados, mucha gente pretendería creer o deducir que en nada lesionan el estado general de respeto a la libertad de prensa. Lo cierto es que, siendo aislados, no son casuales. Responden a un patrón de conducta intolerante, sedimentado en una clase policial o militar adiestrada para considerar a los civiles como enemigos y a los periodistas como intrusos que olisquean y denuncian todo. No se explica que estando acreditados, abiertamente identificados como periodistas, evidenciando inclusive sus instrumentos de trabajo como cámaras de fotografía y de videos y micrófonos, sean expresamente atacados o agredidos sin razones justificadas, tanto cuando cubren algún episodio callejero como cuando tratan de realizar su trabajo en otros ambientes, como en los tribunales o locales de instituciones públicas o espacios usados para alguna actividad pública. Estos hechos se repiten, pura y simplemente, porque hay impunidad, porque a los autores no se les castiga ejemplarmente, o porque no llegan a la categoría de asesinato u homicidio. Pero se repiten, además, por el nivel de vulnerabilidad para su integridad y para su dignidad que padecen hoy los que han abrazado la causa del periodismo libre e independiente, ciudadanos para los cuales todavía no rige una legislación que garantice su máxima protección, en cualquier circunstancia.

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