La madre protectora
En los momentos aciagos o de hondas incertidumbres, muchos dominicanos apelan a ella como tabla de salvación.
La Morenita, para los mexicanos, Tatica, para nosotros, son nombres que han asumido con entera confianza los fieles católicos para llamar familiarmente a María, la Virgen de la Altagracia, la madre de Dios, a quien confían sus penas y sus esperanzas. No es común que este trato sea tan generalizado en el ámbito de la advocación mariana en otras partes del mundo. Pero, en nuestro caso, el llamarla simplemente Tatica es una licencia que se toman a gusto los dominicanos para tenerla más propia, más cerca de sí, más “dominicana”, si se quiere, porque en ella depositan un cariño de hijos, de hijos protegidos, a los que complace en sus más disímiles solicitudes. Por eso, un día como hoy, dedicado a ella como Protectora del Pueblo Dominicano, millares se vuelcan hacia su santuario en Higüey a ofrendarle sus oraciones y sus respetos y a reafirmar su vocación y fe en su inconmensurable gracia, como fuente de consuelo, de apoyo, de esperanzas. En los momentos aciagos o de hondas incertidumbres muchos dominicanos apelan a ella como tabla de salvación y son incontables los testimonios que se han ofrecido acerca de sus virtuosas respuestas y sus extraordinarias manifestaciones en las vidas de esos fieles. La Virgen de la Altagracia representa para nuestra nación una verdadera madre protectora que nunca nos ha dejado de querer, no importa si es María... o simplemente Tatica.