Reformemos esas aceras

Esta ciudad sigue siendo indiferente a las necesidades de los discapacitados, especialmente de aquellos que se movilizan en sillas de ruedas. Pocas aceras, en las esquinas, cuentan con rampas para que estos puedan cruzar de un lado a otro sin el peligro que representan esas alturas a sus sillas de ruedas. Lo mismo puede decirse de edificaciones o centros a los que necesariamente tienen que acudir, que carecen de rampas o de facilidades para ellos. En cualquier ciudad moderna, las aceras de las esquinas tienen reducciones de nivel para que un anciano, un ciudadano en silla de ruedas o alguien que tiene dificultades motoras, pueda completar sus trayectos con facilidad. Aquí eso no ocurre, a pesar de que en el país, según las estadísticas, hay cerca de un millón de ciudadanos con discapacidad. Es hora de pensar en estos discapacitados, de adecuar los espacios en los que se mueven, para que no sientan que son discriminados o poco atendidos por unas autoridades que todavía no han hecho lo debido, como en otras naciones, para hacerles la vida más llevadera. ¿Cuánto puede costar, para el ayuntamiento, la reforma de las aceras de las principales vías de la capital? Es decir, para reducir los niveles en las esquinas y resolver, así, de un golpe, una carencia que no tiene sentido ni justificación? Ojalá que las autoridades piensen un poquito más en los discapacitados, y desde ahora den calor a todo proyecto que tienda a facilitarles su movilidad en esta ciudad, tan difícil y agresiva para ellos.

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