Karol, a los altares

Su espíritu de servicio a la humanidad y a la fe fue tan inmenso que merecidamente se ganó el título de pastor del mundo, y no en vano, al morir, casi unánimemente el mundo cristiano lo proclamó como nuevo santo.

Desde el primer día del que fue un largo e inolvidable pontificado, Juan Pablo II emergió como un apasionado siervo de Cristo. Todo su magisterio estuvo impregnado de esos rasgos y actitudes que lo acreditan como un hombre santificado, un predicador del amor y de la concordia pese a que en su infancia y adolescencia -y aún en el sacerdocioconoció como pocos el sufrimiento. Sobrevivió a un atentado que casi le cuesta la vida y perdonó a su autor. A partir de ahí su vida fue prácticamente un calvario, afligido por varias enfermedades. Pero su espíritu de servicio a la humanidad y a la fe fue tan inmenso que merecidamente se ganó el título de pastor del mundo, y no en vano, al morir, casi unánimemente el mundo cristiano lo proclamó como nuevo santo. Hoy, precisamente, será elevado a los altares como el primer papa beatificado del siglo XXI y serán muchos los que a partir de hoy, al recordarlo con afecto y admiración, rezarán para que él, desde los cielos, siga atento a nuestras necesidades y aflicciones y nos derrame el amor, la bondad y la piedad que en vida, como un pastor “venido de lejos”, nos ofreció como abundantes ejemplos.

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