¿Y cómo vivían allá?

En su informe sobre el desarrollo humano en el país, la ONU dice que la mayoría de los haitianos que están aquí viven en peores condiciones que el 20 por ciento de los más pobres dominicanos. No obstante, ofrece el revelador dato de que más del 83 por ciento de esos inmigrantes “tiene algún tipo de empleo”, lo que indica que recibe ingresos, aunque insuficientes, para poder mantenerse en nuestro suelo. Habría que establecer en qué condiciones reales se encontraban tales inmigrantes cuando vivían en Haití, para que el sugerente análisis de la ONU no termine cargándole a República Dominicana la culpa de su pobreza y de lo que se considera “exclusión” de haitianos de los espacios productivos, de empleo y de salud y vivienda que existen en nuestro país. Lo que llama la atención es que el informe subraye, en términos comparativos, la situación de los haitianos y de los dominicanos pobres en lo que tiene que ver con los tipos de vivienda o de servicios sanitarios, cuando hay realidades dolientes cuyo origen e impactos nos tocan a nosotros, como nación, y son las que ameritan de soluciones materiales y humanas rápidamente. La preocupación fundamental de la ONU debió girar entonces, en primer término, en ese 20 por ciento de pobres dominicanos a los cuales nadie viene de afuera a auxiliar ni a remediarles su penosa situación. Si no hemos sido capaces de sacar a ese 20 por ciento del estado de pobreza e indigencia en que se encuentran, talvez no lo seamos tanto para sacar a los millares de haitianos que se han instalado aquí, pero que no se van, compartiendo los recursos que, poco o mucho, nos ha dado la naturaleza y la mano del hombre consagrada al trabajo y a la producción.

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