Enfoque

Recuerdos duraderos

Hemos oído ambas cosas. Se dice que los pueblos no olvidan, y que tarde o temprano recompensarán, o penalizarán, a sus líderes, en las urnas o de otro modo, por sus actuaciones como gobernantes. Pero también se afirma que los pueblos tienen muy mala memoria, lo que permite a dirigentes incapaces o delictivos reinventarse y mantenerse vigentes.

Al parecer, por lo menos en cuanto a temas económicos, los dos criterios pueden ser válidos, dependiendo del tipo de asunto de que se trate. Evaluaciones poselectorales realizadas en países democráticos del tercer mundo, revelan que la persistencia de la memoria está vinculada con la cercanía del asunto para los ciudadanos. Temas de interés general, que no tocan directamente a la persona, son menos recordados. Y los que se olvidan menos son aquellos que se perciben como de mayor proximidad.

Eso explica por qué asuntos de gran significación, como es por ejemplo la actuación del dirigente político en relación con la lucha contra el cambio climático, son olvidados más rápidamente que otros, por ejemplo el arreglo de una calle, la entrega de una casa, el suministro de energía eléctrica, la disponibilidad de servicios de salud o la concesión de una ayuda, teniendo algunas de esas cosas un menor impacto sobre el futuro de la comunidad.

Una consecuencia de esa disparidad es que el concepto de memoria colectiva, para los fines de los dirigentes, sea discutible. Más que una respuesta uniforme de tipo general a su comportamiento, existen respuestas segmentadas en función de factores comunes, dando paso a que determinadas medidas sean recordadas por unos segmentos de la población y no por otros. Esta característica es más acentuada en sociedades menos integradas y con mayor nivel de desigualdad, ya que mientras más dispares sean los niveles de vida, menor es el porcentaje de temas comunes que se recuerdan. En ese sentido, lo que es más importante para un grupo social puede ocupar una posición mucho más baja en la escala de prioridades de otros grupos.

Desde el ángulo económico, dadas las usuales limitaciones de recursos, esa situación representa un desafío para los líderes con visión de largo plazo, deseosos de que su gestión gubernativa sea recordada por sus aportes fundamentales. A pesar de sus deseos, sus elevados propósitos institucionales pueden ser menos apreciados que su legado más puntual y específico.

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