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La economía española se multiplica por diez durante 40 años en la Unión Europea

España era un país pobre, no competitivo, con un marco institucional débil y grandes limitaciones económicas; los servicios públicos eran insuficientes; el desempleo, elevado; y el salario mínimo muy bajo, explica a EFE el director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas, Raymond Torres.

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Cuatro décadas en la ahora Unión Europea (UE) han permitido multiplicar por diez el tamaño de la economía española gracias a los fondos de cohesión, a un mercado sin fronteras y a la moneda común, un periodo de profunda modernización en el que se ha desarrollado el Estado del bienestar, pero con problemas estructurales aún pendientes de resolver.

El 12 de junio de 1985, cuando se firmó el tratado de adhesión en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), que entró en vigor el 1 de enero de 1986, España se encontraba en plena reconversión industrial para dejar atrás la larga crisis de los años setenta.

España era un país pobre, no competitivo, con un marco institucional débil y grandes limitaciones económicas; los servicios públicos eran insuficientes; el desempleo, elevado; y el salario mínimo muy bajo, explica a EFE el director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas, Raymond Torres.

Mientras que el producto interior bruto (PIB) equivalía en aquel entonces a 169,490 millones de euros, en 2024 cerró en 1.59 billones de euros con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

El salario mínimo interprofesional (SMI) estaba en 1985 en 223.40 euros mensuales -hoy son 1,184 euros, cinco veces más- y la pensión media rondaba los 150 euros, una cantidad que se ha multiplicado por diez. En este periodo, el IPC (índice de precios de consumo) ha subido un 257 %, es decir, los precios casi se han cuadruplicado.

Se pasó de una tasa de desempleo del 21.4 % en aquella época, al 11.4 % actual.

Punto de inflexión

La entrada en la CEE marcó "un punto de inflexión", rememora Torres, ya que España atrajo grandes flujos de inversión directa extranjera, principalmente de países como Alemania, Francia y Reino Unido, y el comercio exterior pasó de representar el 16 % del PIB al 28 % en solo 10 años.

Las exportaciones apenas alcanzaban entonces los 30.600 millones de euros, mientras que en 2024 llegaron a 384.465 millones.

La adhesión a la CEE transformó también el capital físico del país, con carreteras, aeropuertos y otras infraestructuras financiadas con fondos estructurales europeos, según recuerda Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano.

En la misma línea, el socio director de Análisis Económico y de Mercados de Afi, José Manuel Amor, subraya que Europa fue clave y faro para una España que vivió años de mucho esfuerzo por cambiar la sociedad y las estructuras económicas.

Según Amor, en los momentos de crisis (la de principios de los noventa, la financiera de 2008 y la pandemia de 2020), Europa ha sido para España un ancla de estabilidad y una tabla de salvación.

Retos pendientes: desempleo, productividad y brecha de género

Desde Funcas, Torres cree que en España se puso el énfasis en los grandes números, pero se descuidó el mercado laboral, un ámbito en el que, pese a las mejoras, persisten la inestabilidad y la precariedad.

Se desatendió asimismo la vigilancia del sistema financiero, lo que provocó "una burbuja que fue creciendo a partir de principios del año 2000 con consecuencias muy graves", como fueron la crisis de 2008.

En aquel momento, la falta de diversificación de la economía cuando la construcción era "el único motor del crecimiento" provocó que no hubiese sectores preparados para tomar el relevo cuando ésta colapsó, situación que ha mejorado desde entonces con el impulso de sectores como las energías renovables y los servicios no turísticos.

Molina (Elcano) coincide con la idea de que "España tiene un modelo productivo débil y dependiente de sectores de bajo valor añadido", además de empresa pequeñas, una combinación que dificulta el aumento de la productividad, determinante para el crecimiento a largo plazo.

También pesan la falta de inversión privada, una excesiva dependencia de los servicios o la elevada deuda pública, según apunta Amor (Afi).

También queda pendiente cerrar la brecha salarial de género y la menor presencia de mujeres en puestos ejecutivos, incide Torres (Funcas), después de que en estos años se haya producido la plena incorporación de la mujer al mercado de trabajo, pasando de suponer el 29 % de la población ocupada a ser hoy el 47 %.

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