enfoque
Voces electrónicas
El sonido era inconfundible. Las voces de los robots y computadoras presentados en las películas de ciencia ficción se distinguían por su perfil monótono, pausado y deliberado, acompañado por un extraño eco espectral, con matices metálicos, el cual no dejaba dudas de que habían sido creadas por una máquina. Aún los modelos que se suponían más avanzados, como el famoso Hal del filme 2001, exhibían ese rasgo peculiar de voz, incorpóreo y sin emociones, lo que les confería un carácter algo amenazante, al denotar que no poseían sentimientos y por ende podían ser capaces de hacer lo que fuese necesario para eliminar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Los adelantos técnicos en el mundo real del presente se han centrado en lograr que los aparatos reconozcan las voces de quienes los usan, y respondan a los comandos que se les dan por esa vía. El propósito, evidentemente, ha sido facilitar y agilizar la forma en que nos relacionamos con esos dispositivos, haciéndola lo más parecida posible al modo como interactuamos con las personas que nos rodean.
Era por lo tanto cuestión de tiempo, muy poco tiempo, para que desde procurar que las máquinas entendiesen lo que decíamos, pasáramos a buscar que fuéramos nosotros los que las entendiéramos a ellas. Y para ese fin no hay nada mejor que ellas se expresen igual que nosotros, con énfasis e inflexiones, revelando supuestos estados de ánimo, urgencias y matices. La tecnología está disponible para hacerlo y los ejemplos ya son abundantes.
Por supuesto, nada impide que las nuevas voces electrónicas sean las mismas nuestras. Con la suficiente información sobre cómo hablamos, recabada de un conjunto de frases y oraciones, es posible que nuestras voces sean emuladas. Si combinamos eso con la emergente inteligencia artificial y la posibilidad de sintetizar imágenes, un sistema informático puede hacerse pasar por cualquier persona, lo que está convirtiendo en un juego de niños el robo de datos, correos e identidades, y la desinformación que se alega ha ocurrido en el ámbito de elecciones nacionales, estrategias militares y políticas empresariales. Su potencial económico es inmenso, dado que cada vez más y más transacciones, reuniones, conferencias, instrucciones y convenios se efectúan y transmiten de forma remota, sin presencia física de los participantes.