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COLABORACIÓN

Países ricos ofrecerán hipocresía y sermones en la cumbre del clima

Todos los años, las cumbres mundiales sobre el clima ofrecen un desfile de hipocresía, ya que la élite global llega en aviones privados para sermonear a la humanidad sobre la reducción de las emisiones de carbono.

Este noviembre, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) —que se realizará en Egipto— ofrecerá una hipocresía más asombrosa de lo habitual, ya que los ricos del mundo sermonearán con celo a los países pobres sobre los peligros de los combustibles fósiles, después de devorar cantidades masivas de gas, carbón y petróleo.

Dado que la invasión rusa a Ucrania hizo subir aún más los precios de la energía, los países ricos han buscado nuevas fuentes de energía en todo el mundo.

El Reino Unido denunció con vehemencia los combustibles fósiles en la cumbre del clima de Glasgow el año pasado, pero ahora planea mantener las centrales de carbón disponibles este invierno en lugar de cerrarlas casi todas, como estaba previsto.

Mientras tanto, un nuevo gasoducto transahariano permitirá a Europa acceder directamente al gas de Níger, Argelia y Nigeria; Alemania está reabriendo las centrales de carbón; España está construyendo un nuevo gasoducto hasta Argelia; Italia planea importar un 40% más de gas del norte de África y Estados Unidos acude a Arabia Saudita para implorar más producción de petróleo.

En la cumbre climática de la ONU, los líderes de estos países declararán de alguna manera con rostros impávidos que los países pobres deben evitar la explotación de los combustibles fósiles, por temor a empeorar el cambio climático. Estos mismos países ricos animarán a los más pobres del mundo a centrarse en alternativas de energía verde como la energía solar y eólica fuera de la red.

La hipocresía es simplemente impresionante. Todos los países ricos se han enriquecido gracias a la explotación de los combustibles fósiles. Las principales organizaciones de desarrollo del mundo, a instancias de los países ricos, se niegan a financiar la explotación de combustibles fósiles que algunos países podrían utilizar para salir de la pobreza. Es más, la receta de la élite para los pobres del mundo, la energía solar y eólica, es incapaz de proporcionar la energía que las comunidades necesitan para hacer funcionar todo, desde las granjas hasta las fábricas, los motores definitivos del crecimiento.

Además, los paneles solares y las turbinas eólicas son inútiles para resolver uno de los principales problemas energéticos de los pobres del mundo. Casi 2.500 millones de personas siguen sufriendo la contaminación del aire interior, quemando combustibles sucios como la madera y el estiércol para cocinar y calentarse.

Los paneles solares no resuelven ese problema porque son demasiado débiles para alimentar cocinas y calentadores no contaminantes.

Por el contrario, la electrificación de la red, que en casi todo el mundo supone mayormente la utilización de combustibles fósiles, tiene importantes repercusiones positivas en los ingresos, los gastos y la educación de los hogares.

Un estudio realizado en Bangladesh demostró que los hogares electrificados experimentaron un aumento promedio de los ingresos del 21 % y una reducción de la pobreza del 1.5 % al año.

La mayor estafa de todas es que los líderes del mundo rico han conseguido, de alguna manera, presentarse como evangelistas verdes; mientras que más de las tres cuartas partes de su enorme producción de energía primaria procede de combustibles fósiles, según la Agencia Internacional de Energía.

Menos del 12 % de su energía procede de energías renovables, la mayor parte de ellas de la madera y la hidroeléctrica. Sólo el 2.4 % es solar y eólica.

Comparemos esto con África, que es el continente más renovable del mundo, con la mitad de su energía producida por renovables. Pero estas renovables son casi en su totalidad madera, paja y estiércol y son, realmente, un testimonio de la poca energía a la que tiene acceso el continente.

A pesar de todo el revuelo, África sólo obtiene el 0.3 % de su energía de las fuentes solar y eólica.

Para solucionar el calentamiento global, los países ricos deben invertir mucho más en investigación y desarrollo de mejores tecnologías verdes, desde la fusión, la fisión y los biocombustibles de segunda generación hasta la energía solar y eólica con baterías de gran capacidad. La idea crucial es innovar para que su costo real sea inferior al de los combustibles fósiles. De este modo, todo el mundo acabará adoptando esta tecnología. Pero decir a los pobres del mundo que vivan con una energía poco confiable, cara y débil es un insulto.

(*) Bjorn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.

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