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Pandemia: la peor noticia para una sociedad de adultos infantilizados

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Mookie TenembaumAutor de Desilusionismo (Ed. Planeta)

A diario, los medios de comunicación nos presentan noticias llamativas. Hace días supimos que la Tierra aceleró su movimiento y por eso tardará un segundo menos en dar la vuelta al Sol en 2021. Que un asteroide pasó cerca de la órbita terrestre, sin rozarla siquiera, pero de haberlo hecho, habría destruido una ciudad del tamaño de Washington D.C.Y que las galaxias no eran tantas como creíamos: perdieron varios ceros en la última estimación.

¿Qué impacto tienen temas como estos en nuestra realidad? En ocasiones, los medios de comunicación le hacen el juego a lo que denominaría como “sistemas de distracción”, tan comunes en la arena política, donde se corre la atención hacia trivialidades y nos mantienen ajenos a las vicisitudes de nuestros destinos.

En mi pensamiento Desilusionista, diría que, en más o en menos, este tipo de distracciones son parte de un proceso de infantilización. Hay un número creciente de adultos que evitan prácticamente identificarse con sus mayores y evaden por diversos mecanismos de escape la irremediable llegada de la madurez: los problemas los atormentan, las noticias “serias” les aburren, y prefieren irse en pasatiempos antes que asumir "cosas de los grandes". Basta con ver el éxito de suscripción de la plataforma Disney+, que ha tenido un éxito rotundo en términos de suscripción, incluso en hogares donde no hay niños..

Cuanto más infantil es la sociedad, más maleables son las personas para los líderes políticos de cada sociedad. En este contexto de la postergación de la adultez, apareció la pandemia de coronavirus. Y los políticos, ya acostumbrados a tratarnos como chicos, repiten las mismas fórmulas con la nos distraen cada día -sólo que ahora no hay margen para repetir patrones.

Sin negar los progresos de la psicología evolutiva, está claro que la adolescencia es en parte una construcción social, en buena medida en sociedades ricas donde la emergencia de iniciar la vida laboral puede posponerse por varios años. Ignorada hace pocos siglos, la adolescencia terminaba con la mayoría de edad; sin embargo, hoy podemos afirmar que hay adolescentes de 30 años o más.

Por acción u omisión, la dirigencia política prefiere seguir jugando el libreto de evitar malas noticias a una sociedad no preparada para soportar la angustiante verdad de una pandemia. Como se hace con los niños. Si hiciera falta, luego piden perdón por haber prometido y no cumplir con la llegada de, por ejemplo, las tan esperadas vacunas.

Miremos el caso de Alemania: acaba de prohibir los barbijos caseros luego de admitir que no evitan el ingreso del virus. Pero ya sabíamos que no eran efectivos. Solo que con tal de asegurar barbijos quirúrgicos para cierta población (médicos, policías, etcétera) nos hicieron creer que bastaba con unos trozos de género cocidos a mano. Dicho de otro modo: el país europeo más serio en gestión de la pandemia dice que casi todos los barbijos que vemos en la calle no sirven. Pocos líderes del mundo recogieron este guante.

Este ida y vuelta en algún momento del año que pasó se alteró. Nos cansamos de ver protestas y hasta “caprichos” de “niños-adultos” que se niegan a usar barbijo, o rechazan las vacunas, pese a la evidencia de su eficacia contra el Covid-19. Las birrias de la pandemia son la continuación de un sinfín de quejas, en muchos casos irrelevantes ante cuestiones de vida o muerte ¿Qué artículo es el correcto para tratar la cuestión de género? Esa sola pregunta genera enojo y acusaciones sin importar la respuesta. Y mientras se discute qué artículo se usa con vehemencia, miles luchan por una bocanada de aire al tiempo que el oxígeno escasea en una terapia intensiva saturada. Estos se mueren como peces fuera del agua, y a su alrededor las sociedades se entregan a la distracción pueril.

Estas son todas manifestaciones de sociedades que pagan caro el haber retrasado su maduración, porque reniegan de asumir la responsabilidad compartida de cuidarse y cuidarnos entre todos. Quizás esta pandemia sea la oportunidad que necesitamos para madurar y propiciar una comunicación más franca, por el bien de todos.

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