Todos los caminos conducen a...
Porque superada la pandemia o al menos controlada, habrá que luchar contra un flagelo tan grave como el maldito virus.
Nos referimos a la inflación. Comenzando con la estancada oferta interna de bienes alimenticios y materias primas para la agroindustria, que desde hace muchos años evoluciona como el cangrejo (un paso pa’ lante y dos para atrás).
Porque la agricultura dominicana es deficitaria en prácticamente todo y su rentabilidad en la producción de muchos bienes es muy baja. ¿Y qué ha pasado? Muy simple. Se ha persistido en un modelo asistencialista que tiro por la borda aquel eficiente sistema de investigación y extensión agropecuaria.
También desplazó del campo a los descendientes de los viejos campesino que, por el abandono de los gobiernos, los forzó a emigrar a las ciudades. Se olvidaron del desarrollo rural (salud, educación, agua potable, electricidad), porque el turismo, las zonas francas, las remesas y la minería todo lo resolvería. Busque un joven en el campo dominicano y se ganará la lotería.
¿Resultado? Si no hay mano de obra haitiana nos quedamos sin alimentos. Tremenda vaina.
Ahora que los precios de los bienes alimenticios y materias primas que importamos están por las nubes, el flete duplicando sus precios y el petróleo amenazando con superar los 60 dólares el barril, comenzamos a preocuparnos por la INFLACION. Y como la producción interna no se reinventa de la noche a la mañana, estamos en problema.
El clamor popular es “caro, todo está muy caro” ¿Qué hacer ante esta situación?
Primero, romper con la abusiva intermediación, que cuadruplica el precio de los bienes entre la finca y los consumidores finales. Hay que expandir los mercados populares en todo el país y en cada barrio, abatiendo los precios mediante un acercamiento entre el productor y el consumidor.
Segundo, incentivar la siembra masiva de sorgo (para sustituir el maíz), de Palma Africana para bajar las importaciones de aceite comestibles, de cebolla, ajo, frijoles, etc. para neutralizar las mafias importadoras de estos productos que declaran en aduanas lo que les da la gana. Muchos funcionarios se convirtieron en multimillonarios con los permisos de importación y están sueltos.
Y tercero, desmantelar al sector agropecuario y levantar de sus cenizas una nueva institucionalidad que responda a los tiempos modernos. Que nos haga un país verdaderamente autosuficiente o por lo menos, no tan dependientes de esas nefastas importaciones.