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Mujeres vuelven a salones de belleza tras desescalada

Las propietarias adoptaron medidas preventivas.

Las propietarias adoptaron medidas preventivas.

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Jhenery RamírezSanto Domingo, RD

Eran las 9:20 de la maña­na cuando llegue al negocio de Rocío para que me arre­glara las cejas. Pensé al salir de casa que no iba a haber un congestionamiento en el tránsito. No fue así.

Lo mismo pensé de los turnos en el negocio. Espe­raba que no hubiese una clienta porque hoy es el pri­mer día que reabren las em­presas y porque era tempra­no en la mañana. Para mí sorpresa, eran dos mujeres las que iban delante de mí, las tres nos íbamos a reali­zar el mismo proceso. Sin embargo, no nos sentamos cerca.

Rocío me mandó a qui­tarme los zapatos en la en­trada del negocio. Ella ha­bía recomendado que sus clientas fueran con medias para que no caminaran el piso descalzas.

La propietaria había lle­gado a su pequeña empre­sa ubicada en una plaza comercial de la Avenida Or­tega y Gasset para limpiar y desinfectar el lugar antes de recibir a las clientas que la esperaban con ansias.

“Mira, yo incluso no que­ría abrir, pero las mujeres me han escrito y llamado mucho porque ya van a en­trar el lunes a trabajar y es­tán desesperadas”, cuenta Rocío.

Cuando me atendía, reci­bió una llamada de una se­ñora que quería ir a depilar­se este miércoles, pero ya la agenda estaba comple­ta. Rocío sólo trabajará has­ta las 12 del día porque de­be ir a casa a atender a sus dos hijas. A la señora le dio la opción de ponerle una cita para mañana jueves a las 7:00 de la mañana. “Si hubiese sido por mí nunca hubiese cerrado. Siempre tomo mis medidas de segu­ridad e higiene, con coro­navirus o sin coronavirus”, expresa la propietaria del negocio.

Ella ahora pondrá unas ofertas para la depilación y tintado de cejas y también para la depilación de algu­nas áreas del cuerpo con la finalidad de atraer clientes y generar ingresos ante es­ta situación que atraviesa el país a causa de la pandemia del COVID-19.

Luego de salir del nego­cio de Rocío, era el momen­to de arreglarme las uñas. Es por citas y cuando esta­ba llegando al lugar, llamé a Sory para ver si ya había al­guna clienta que se atende­ría con ella o con Jessica. No había nadie. Me puse feliz porque iba a tener un me­nor contacto físico con otras personas.

Cinco minutos después, al llegar al lugar, ya ha­bía una mujer atendiéndo­se con Sory. Jessica estaba viendo una serie en su te­léfono móvil y al verme, lo dejó encima de su mesa de trabajo para colocarse unos guantes y empezar a hacer­me el “pedicure”. El negocio de Sory está ubicado en el segundo nivel de un super­mercado y desde arriba se observan las largas filas de personas para las cajas.

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