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Enfoque

¡Esta es una guerra en la que debemos luchar juntos!

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Miguel VargasSanto Domingo, RD

Ante una reunión histó­rica del Consejo de Segu­ridad sobre el COVID-19, pautada para hoy jueves por videoconferencia y bajo la presidencia de la República Dominicana.

La Organiza­ción de las Na­ciones Unidas fue fundada en 1945 des­pués de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto glo­bal que involucró a dece­nas de millones de personas provenientes de más de 30 naciones, y en el cual se re­gistraron entre 70 y 85 mi­llones de víctimas mortales.

Al terminar la guerra, gran parte de Europa y de Asia, y algunas regiones de África, se hallaban en rui­nas. El combate y los bom­bardeos habían arrasado ciudades y pueblos, destrui­do puentes y vías férreas, y desolado los campos. La gente vivía en la miseria.

La Organización de las Naciones Unidas nació al poco tiempo, basada en una Carta que comienza: “Noso­tros los pueblos de las Na­ciones Unidas”. Esta frase re­presenta los sueños de una civilización, que apenas se levantaba de las cenizas, de crear una organización que asegurase el mantenimiento de la paz y de la seguridad in­ternacionales.

La pandemia COVID-19 puede ser el evento único más devastador desde la Se­gunda Guerra Mundial. Esta pandemia no discrimina por nacionalidad, cultura, ideolo­gía, religión, raza o naturale­za individual. Nos ha hecho sentir vulnerables a todos.

La vida diaria ha perdido su “normalidad”, y las nacio­nes miran hacia adentro pa­ra soluciones que únicamen­te pueden encontrarse a nivel regional o global, y para re­gresar a una “nueva norma­lidad”.

A principios de abril, 1.2 millones de personas ha­bían sido infectadas en todo el mundo, y habían fallecido 67,594. Ambas cifras aumen­tan mientras se lee esta de­claración.

Esta pandemia está em­pujando al mundo hacia una recesión que podría ser peor que la crisis financiera global del 2008, destruyendo em­pleos, desintegrando familias y generando desesperación a lo largo y ancho del mundo, mientras se acumulan los da­ños económicos y sociales.

Así como en una guerra, la “pandemia” del COVID-19 nos obliga a confrontar la vi­da y la muerte. Es una gue­rra contra un “enemigo in­visible” que puede atacar en cualquier momento. Una guerra que tiene “batallas” y “frentes”, y nos obliga a bus­car resguardo “cuando esta­mos bajo ataque”, sintiéndo­nos solos y aislados.

Expresidentes y ex prime­ros ministros de 70 países, a los que se suman personali­dades en todas las discipli­nas, han reclamado un lide­razgo global para enfrentar la terrible amenaza que pen­de sobre todos como una es­pada de Damocles. Perso­nalmente, como positivo al COVID-19 pero asintomáti­co, puedo testimoniar cuán­to cuesta en términos per­sonales vivir por semanas aislado de la familia y de la vida activa en comunidad. La incertidumbre de aguar­dar el desarrollo de la enfer­medad palidece ante quie­nes la han sufrido en toda su furia. La gente muere y países enteros están siendo devastados. El mundo está asustado y espera una res­puesta enérgica y coordina­da de sus líderes.

!Esta es una guerra en la que debemos luchar juntos!

El Secretario General, en su reporte sobre el impacto del COVID-19, expresó que “esta crisis humana deman­da políticas coordinadas, de­cisivas e innovadoras de par­te de las economías líderes del mundo, y el máximo apo­yo financiero y técnico para las personas y países más po­bres y vulnerables”.

Winston Churchill dijo una vez que “La Sociedad de las Naciones no fracasó debi­do a sus principios o concep­ciones. Fracasó porque estos principios no fueron acata­dos por los mismos Estados que la habían creado…”

En esta coyuntura, no de­jemos fracasar a las Naciones Unidas. Actuemos de inme­diato en aras de “los pueblos de las Naciones Unidas” e ini­ciemos una “acción rápida y eficaz para asegurar el man­tenimiento de la paz y de la seguridad internacionales”, tal como señalan las respon­sabilidades del Consejo de Seguridad en la Carta de las Naciones Unidas. Ambos postulados están bajo una grave amenaza por el ata­que de una criatura micros­cópica.

Con la sesión que le ha to­cado presidir y coordinar a la República Dominicana du­rante su presidencia del Con­sejo de Seguridad- y en las que le seguirán - hemos dado el primer paso para asegu­rar que las Naciones Unidas cumplan su compromiso con la humanidad.

El mundo nos exige a to­dos acciones urgentes y de­cisivas.

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