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Uno de cada cinco jóvenes de la región no consigue empleo

Los últimos datos sobre desempleo juvenil en América Latina y el Caribe son más alarmantes que de costumbre: la tasa regional alcanzó el nivel más alto desde que existen registros de este indicador a comienzos de los años 1990, al alcanzar casi 20%. Es decir que uno de cada cinco jóvenes no consigue empleo.

Así lo reseña el director regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, José Manuel Salazar-Xirinachs, en un artículo reciente publicado con motivo del Día Internacional de la Juventud, celebrado ayer 12 de agosto.

Salazar-Xirinachs explica que en la región hay poco más de 10 millones de jóvenes entre 15 y 24 años buscando trabajo activamente y no lo consiguen.

“En este momento, casi 40 por ciento de los desempleados son jóvenes. Además, seis de cada 10 jóvenes que si están trabajando lo hacen en la informalidad. Y alrededor de un 20 por ciento del total no estudia ni trabaja”, indica el autor.

Agrega que los llamados “ni-ni” son más de 20 millones, incluyendo a los desempleados que no estudian, a un número considerable de mujeres jóvenes que no logran entrar a la fuerza laboral, a menudo por estar dedicadas a tareas de cuidado que recaen sobre ellas en forma desproporcionada, y alrededor de cinco millones de jóvenes que forman un “núcleo duro”, es decir que no estudian, no trabajan, y no buscan empleo.

Aunque es posible que la tasa de desempleo regional baje levemente en los próximos dos años si se hacen realidad los pronósticos de mayor crecimiento económico, esa mejoría será muy leve para resolver los problemas del empleo juvenil, explica Salazar-Xirinachs

Impacto negativo

Todo esto significa que América Latina y el Caribe no están aprovechando el llamado bono demográfico. Al contrario, está desaprovechando el talento de una proporción importante de la juventud. Las consecuencias son de alto impacto, advierte.

Señala que la falta sistemática de oportunidades para obtener un trabajo productivo es caldo de cultivo para el desaliento o la frustración, y repercute sobre la estabilidad, la seguridad y la gobernabilidad de las sociedades. La insatisfacción con frecuencia muta en conductas antisistema, en ocio crónico, e incluso en conductas ilegales.

Agrega que esto obliga a los países a comprometer cuantiosos fondos públicos al combate de la delincuencia, en vez de dirigir esos fondos a inversiones en educación, salud y políticas activas de mercado de trabajo.

¿Qué hacer?

El primer paso, indica Salazar-Xirinachs, es estar conscientes de la crítica situación actual y sus consecuencias. Esto debería cambiar las prioridades políticas y enfocar a los gobiernos y a diversos sectores en programas y medidas efectivas.

Un área prioritaria es la educación y la capacitación. Aumentar el acceso, reducir la deserción, mejorar la calidad y pertinencia son formas efectivas de aumentar la empleabilidad de los jóvenes.

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