El desfase económico del arte dominicano

Jean-Michel Baquiat. Sin título (1982). Spray acrílico y tiza de óleo. 72 1/8 x 68 1/8 pulgadas. Vendida en $110,487,500 dólares.
Durante el recién concluido año 2017, la correlación en el desarrollo de los mercados de arte contemporáneo dominicano y mundial incrementó su ya notable desfase.
Durante ese año también se hizo más seductora nuestra tesis, presentada en artículos anteriores en este diario, que apunta a un vínculo de interdependencia entre el arte y el tamaño de las economías. Eso constituye el consumo artístico en un indicador de la salud económica y de la calidad humana de una economía, en un síntoma de primer orden del estado general de una nación, de la estructura de sus liderazgos. Aparte de otros factores.
El último reporte del comportamiento del consumo de arte elaborado por las firmas de estudio de este mercado da cuenta de que vivió un proceso revitalizador, específicamente en la arena internacional, una tendencia halagüeña que esperamos pueda incidir positiva en el incremento de la relación arte-público en nuestra sociedad.
En los últimos cinco años, sondeos in situ y hechos de viva voz a artistas seleccionados por su incidencia en el mercado han sugerido la ampliación del ya importante declive de las ventas percápitas y en volúmenes de los artistas nacionales y/o de las galerías de arte.
El año pasado, dos galerías de arte más cerraron sus puertas, una abrió y vendedores o marchant d’art consultados dieron cuenta de una dramática caída de sus operaciones.
Hemos advertido varias veces que tal reflujo tiene sus explicaciones en el rol y comportamiento de los actores de este universo y, muy especialmente, en el intento de muchos artistas y galeristas de igualar las cotizaciones a ciertos segmentos internacionales sin tomar en cuenta: a) las características de la economía nacional, lo que implica observar el tamaño del PIB, b) las características y estructura del consumo, c) las garantías de retorno de la inversión que ofrecen las obras de arte y d) la significación de la propuesta en venta en el desarrollo cultural dominicano.
Otra obstrucción a la recuperación del mercado artístico nacional está en la tendencia creciente a imponer un alto precio por el valor de uso en el primer mercado, al punto de arranque de la vida comercial de una obra artística.
Aunque existen instituciones que han tomado este aspecto muy en serio y trabajan tras una solución, posicionamiento de nuevas firmas y correctivos a tal conducta y realidad, existen otros factores obstructivos, especialmente los asociados al racionalismo económico. Estos impiden que esta tendencia pueda corregirse en lo inmediato si no es acompañada de nuevas estrategias de mercadeo capaces de incluir, aunque no limitativamente, el crecimiento a la baja de los precios no consolidados ni indexados de obras y/o artistas, a partir de una referencia capaz de ampliar el posicionamiento mediante la estimulación de la demanda sin afectar el significado del bien cultural y ostensible.
El artista nacional es su propio marchand’art, lo que constituye un verdadero problema dado el nivel de educación básica que los caracteriza como colectivo, salvo honrosas excepciones. Más diletantes y consumistas que intelectuales o investigadores, los artistas nacionales trabajan al margen del entronque esencial del arte con el saber (Donatello, Da Vinci, los impresionistas, cinéticos, conceptual art, etc.), lo que les imposibilita valorar y obtener las herramientas que les permitirían aceptar situaciones que se asumen como enfrentamientos y desafíos directos a su ego. Tal actitud estimula en ellos conductas de juegos desvinculados con los fines de la prosperidad de este mercado, como un dilema del prisionero donde cada artista tiene, como contrapartida, al propio mercado e, incluso, a todos los otros artistas, juntos: un juego con resultado, más que cero, negativo.
El hecho es que, en tanto vivimos una situación así, que junto a otros factores, incluidos los culturales, acredita al ahondamiento de la brecha creciente entre arte y público y finalmente produce la continuación de la caída del consumo de arte en el mercado local, los estudios de este fenómeno en la arena internacional afirman que “Las ventas de arte contemporáneo han vuelto a crecer. Durante dos años consecutivos, la facturación total del segmento [arte contemporáneo, in] se contrajo hasta la segunda mitad de 2016, cuando perdió 10%. Después de esta corrección saludable, en la primera mitad de 2017 se hizo evidente el retorno al crecimiento con un 14% en la facturación global de las subastas, indicando un nuevo período de prosperidad”.
En ese escenario, son los mercados de arte estadounidense y chino los que llevaron la voz cantante, con indicadores de tendencias de revaluación de la estima pública hacia artistas y obras específicos. Al respecto se afirma que “Para el período comprendido entre julio de 2016 y finales de junio de 2017, el arte contemporáneo generó una facturación global de subastas de $ 1,58 mil millones, es decir, +3,2% en comparación con el mismo período del año anterior. Al mismo tiempo, el número de lotes vendidos se contrajo en -2%: 57.100 obras vendidas frente a las 58.400 del año anterior. Por último, la tasa global sin vender se ha mantenido perfectamente estable en 41%”, mostrando claramente la ocurrencia de menos transacciones que, sin embargo, generaron mayor volumen económico, lo que revela un aumento de los precios de los artistas/obras preferidas por los coleccionistas. El precio promedio de venta de las obras de arte en las subastas pasó de $26,160 dólares a $27,600, en tanto el precio promedio de obra de arte en el mercado abierto fue de $1,300.
El autor realizó maestría en Ciencias políticas (falta tesis), es historiador de arte, asesor cultural y en comunicaciones, también editor y promotor de arte. Ha sido docente en la UASD, APEC, UNPHU, Universidad Católica Santo Domingo, Chavón/La Escuela de diseño. Presidió la Sección dominicana de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA-Unesco-París). Dirige Contemporanía | La galería de arte.

