“El país vive estado de iandefinición”

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Edgar Barnichta GearaSanto Domingo

Cuando una persona no tiene quien lo defienda o no tiene adónde recurrir para exigir sus derechos o la justicia actúa de forma injusta y complaciente o cuando sus palabras y acciones no encuentran respuestas adecuadas o vive en un limbo jurídico y social, esa persona se encuentra en un estado de indefensión. El psicólogo norteamericano Martin Seligman, a quien se le conoce por sus trabajos sobre la indefensión aprendida y su relación con la depresión, señala que la indefensión aprendida es una condición psicológica en la que un sujeto aprende a creer que está indefenso, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado, la persona permanece pasiva frente a una situación dolorosa o dañina, incluso cuando dispone de la posibilidad real de cambiar estas circunstancias. Advierte Seligman que en la medida en que pensamos que las cosas están fuera de nuestro control, el sentido de responsabilidad y sobre todo de noción de influencia sobre nuestras vidas, el entorno disminuye. Si piensas que no tienes poder para marcar una diferencia, dejas de intentar, y entonces es fácil dejarse llevar por la corriente, en un estado de indefensión y de sumisión. ImpotenciaCuando nos sentimos impotentes ante la corrupción, el salvajismo de los choferes, la indiferencia de las autoridades, los abusos y privilegios de los políticos, las ilegalidades, inconductas, inmoralidades y poco civismo de gran parte de nuestra población y nos quejamos, pero nadie nos oye, demandamos, pero la justicia es sorda, hablamos, pero nadie escucha, entonces no hay dudas de que en nuestro país se vive en un estado de indefensión. Pero la respuesta a este estado de indefensión no es siempre la sumisión y la depresión, como indica Seligman. A veces adoptamos una posición contraria, como es reaccionar con violencia y agresividad ante la impotencia, ante el hecho de sentirnos maltratados y pisoteados y no poder recurrir a nadie para que defienda y respete nuestros derechos. De nada sirven las palabras, las quejas y las demandas cuando de antemano sabemos que serán palabras y acciones sin respuestas. Ante la indefensión a veces tomamos la justicia en nuestras manos o actuamos con ira ante la impotencia. Por una discusión sencilla o un pleito por un parqueo, una computadora, unos pocos pesos o un impasse en el tránsito apretamos el gatillo sin pensar en las consecuencias de nuestros hechos. Actuamos con agresividad porque desde que empieza el día nos llenan el cerebro con abusos, arbitrariedades e impotencia y lo peor es que cuando reaccionamos contra nuestra propia ira, a veces es muy tarde. Es una pena que nuestro país se haya convertido en un estado de indefensión.

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