POLÍTICA

La encrucijada de EEUU

LA RESERVA HA IMPRESO CASI US$2.3 TRILLONES PARA COMPRAR BONOS DEL TESORO

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Pablo Amaury EspinalSanto Domingo

Por vez primera la deuda soberana de los Estados Unidos de América no lleva una calificación perfecta. El pasado viernes Standard and Poors (S&P), empresa que provee información financiera en forma de calificaciones crediticias, redujo un grado a la deuda de Estados Unidos de AAA, el máximo posible, a AA+. La noticia no fue sorpresa para los mercados de capitales, ya que S&P tenía algún tiempo telegrafiando la posibilidad de que haría lo propio, si el gobierno estadounidense no tomaba medidas para reducir su déficit fiscal a largo plazo en al menos cuatro trillones de dólares. La reducción se produjo a pesar del acuerdo entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, alcanzado a principios de agosto, para aumentar el límite de deuda que puede contraer el Estado y disminuir el gasto gubernamental en poco más de US$2 trillones, evitando también un cese de pago de las obligaciones con sus acreedores. Logrado este acuerdo entonces, ¿por qué toma S&P la medida que ha provocado a más de un experto financiero proclamar que el final de los días está ya sobre nosotros? La firma basa su decisión en dos factores fundamentales: en primer lugar, como mencionamos anteriormente, el monto de la reducción del déficit gubernamental proyectado en los próximos diez años, y en segundo el lamentable estado del clima político en Estados Unidos, demostrado por la incapacidad de sus dirigentes de llegar a un acuerdo más profundo y que lidiara con los problemas estructurales del déficit. Ese clima, a juicio de S&P, impedirá que en el futuro el Estado pueda tomar las dolorosas y difíciles medidas necesarias para solucionar el problema fiscal que le atormenta. La reducción tiene fundamentos justificables desde el punto de vista económico, ya que efectivamente la economía estadounidense ha asumido en los últimos treinta años un nivel de deuda insostenible. Primero a través de años de políticas de gastos irresponsables con programas que han tenido problemas estructurales durante mucho tiempo como el Medicare y el Social Secutiry (por mencionar los dos más importantes). Hace décadas que es sabido que estos programas no son sostenibles económicamente en el largo plazo. En buen castellano: gastan mucho más recursos que los ingresos que perciben y por tanto su quiebra era inevitable. Sin embargo, ninguna administración durante este tiempo ha estado dispuesta a pagar el costo político de hacer una reestructuración seria que salve esos programas, o llevar a cabo una reforma fiscal integral, que permitiese recaudar los fondos necesarios para mantenerlos. El otro factor que agravó el problema fue la expansión del gasto fiscal asumido por el gobierno como respuesta a la crisis financiera. La deuda pública como porcentaje del Producto Interno Bruto estadounidense aumentó a 53.5% en el 2009, 62.2% en 2010 y se estima que finalice 2011 cerca del 72%. El Banco Central por su parte (La Reserva Federal en Estados Unidos opera de manera independiente del Ejecutivo) ha reducido las tasas de interés prácticamente a cero y ha impreso US$2.3 trillones para comprar bonos del tesoro, deuda hipotecaria y financiar programas de rescates financieros para instituciones Estadounidenses. Entonces, ¿qué impacto tendrá en términos prácticos esta reducción? Quiere decir que los portadores de bonos soberanos corren realmente el riesgo de perder su inversión? ¿Cómo se verá afectado el dólar? Y ¿qué significa realmente para Estados Unidos en términos de su posicionamiento como la economía más importante del mundo? Es necesario entender que el proceso de calificación de deuda llevada a cabo por estas agencias conlleva un altísimo grado de subjetividad y las mismas están muy lejos de ser el Oráculo de Delfos. Para entender esto solo hay que estudiar el papel que jugaron en la pasada crisis financiera. No solo que ninguna de las tres (S&P, Moody’s y Fitch) fueron capaces de prevenir el desastre que se avecinaba, si no que mantuvieron un nivel de calificaciones infladas sobre los instrumentos colaterizados con hipotecas residenciales, incluso meses después que el mercado inmobiliario comenzó a colapsar. De forma que más que una señal inequívoca de una catástrofe inminente, esta reducción debe ser interpretada como parte de las consecuencias de una crisis financiera, cuyas secuelas se van a seguir sintiendo durante años. Un posible efecto directo de la reducción será que el costo del crédito se incremente tanto en Estados Unidos como en los mercados internacionales. Pero los compradores de bonos estadounidenses no van a perder su dinero, ni el dólar va a perder relevancia como moneda de reserva mundial en el corto plazo, aunque sí se encamina a experimentar un posible período de debilitamiento que puede ser prolongado. El mercado de tesoros de Estados Unidos (comercializado en dólares) es el único suficientemente profundo y líquido para acomodar las reservas de gobiernos, bancos, e instituciones financieras de todo el mundo. ¿Dónde va China a parquear los US$1.2 trillones de dólares que posee en bonos del tesoro estadunidense? En Europa, con problemas estructurales aún más profundos y complicados que Estados Unidos? No. Tampoco en Asia, los mercados emergentes, incluyendo a China, aún se encuentran a años luz de tener mercados de capitales con la fiabilidad de los que tiene EE.UU. Simplemente no hay una alternativa factible a los bonos del tesoro a nivel global, como refugio de seguridad. El mejor ejemplo lo vimos el pasado lunes, cuando ante la incertidumbre de la rebaja de calificación de los bonos americanos los inversionistas de todo el mundo corrieron al refugio de...los bonos americanos. La demanda se incrementó y los precios de todos los bonos emitidos por el tesoro terminaron el día al alza. La falta de una opción válida puede darle a Estados Unidos el tiempo y la oportunidad que necesita para tratar de reinventarse una vez más y mantener su prominencia económica. El dilema por dilucidar es si el liderazgo político de esta generación de estadounidenses está a la altura del reto que enfrenta. En todo caso, la clase política cosechará los frutos en el mediano y largo plazo de su actuación, ante la gran encrucijada que hoy y a futuro se le presenta a, la hasta ahora, primera economía mundial. El autor es director ejecutivo de Alpha Asset Management, un fondo de capital privado y asesoría. Fue director de Dicoex y ejecutivo de Citigroup y UBS en New York, Estados Unidos.

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