ECONOMÍA SOLIDARIA
Sonido del Yaque: trabajo turístico de una comunidad
EL PROYECTO DE ECOTURISMO SIRVE PARA HACER FRENTE A LA POBREZA
Por todo el lugar se escucha el sonar del río, mezclado con el canto de las ciguas palmeras, los colibríes y las chicharras. Al principio Sonido del Yaque parece el patio compartido de varias viviendas rurales. Árboles de mango, toronja, amapola, guineo, jobo, aguacate y limón se entremezclan con hileras de flores. El visitante tarda poco en descubrir las cabañas, el comedor, la cocina y los demás elementos de este complejo ecoturístico comunitario, ubicado al pie de la Cordillera Central y justo al lado de los torrentes del Yaque del Norte. “Aquí vivimos con la naturaleza y vivimos de la naturaleza”, dice Esperanza Marte, presidenta del Club de Madres Nueva Esperanza, mientras da la bienvenida a un nuevo grupo de visitantes. Con sencillas palabras, la mujer explica que el club de madres que dirige es una de las organizaciones que conforman el proyecto ecoturístico, el cual acoge a 35 familias que se distribuyen los servicios del hospedaje, cocina, limpieza, guía por senderos y actos recreativos. “Aquí todo el que trabaja gana”, expresa. El beneficio puede ser directo o indirecto, resalta Marte, porque además de las remuneraciones económicas, la comunidad recibe constantemente otros aportes para su desarrollo. Con la ayuda de la Junta del Yaque (organismo regional de cooperación), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), la Universidad Agroforestal Fernando Arturo de Meriño (UAFAM) y otras instituciones de cooperación, los residentes de Madre Nueva Esperanza instalaron un generador hidroeléctrico que ofrece energía durante las 24 horas del día, a un costo promedio de RD$75 por mes (las viviendas con electrodomésticos de alto consumo deben pagar RD$100). También construyeron un acueducto particular, dos puentes colgantes para cruzar el río, y 30 sanitarios. Este mes un grupo de técnicos extranjeros dará los pasos finales en la instalación de un sistema de biodigestores capaces de tratar los desperdicios de los sanitarios antes de mandarlos a las aguas del río, y antes de extraerles el gas metano que se usa en las cocinas. Ya uno de los seis biodigestores está en funcionamiento, dejando atrás la vieja dependencia de la leña y el uso de gas propano. “Queremos aumentar la calidad de vida de nuestras familias y servir de modelo a otras comunidades”, afirma Marte. Frente a ella los visitantes escuchan atentos. En los alrededores se mueven los niños, las gallinas, las trabajadoras y los árboles frondosos de esta parte del Cibao. No se detienenDesde finales de los 90 este proyecto ecoturístico comunitario recibe el apoyo de la cooperación internacional, pero paradójicamente todavía no ha podido llamar la atención de los ministerios de Turismo y de Medio Ambiente. Los miembros del Club incluyen en sus planes la protección del entorno por iniciativa propia y no por regulaciones del Estado. La indiferencia del sector público, sin embargo, no es razón para que Marte y sus vecinos hagan pausa en sus planes, pues les sobran los deseos de seguir adelante. Ahora trabajan con la USAID en la mejoría del camino escalonado de acceso, capacitan a un grupo de guías con el fin de ofrecer excursiones a los visitantes, construyen un restaurante, y preparan un programa de recreación acuática. Entre todos hacen de la margen del río Yaque un proyecto de turismo alternativo y sostenible. Para visitantesEn Sonidos del Yaque el alquiler de una cabaña para cuatro personas cuesta RD$400. El almuerzo se paga aparte y tiene un costo promedio de RD$120, según explica Esperanza Marte. En las noches los miembros del club suelen organizar fogatas y presentaciones de música típica. El proyecto divide los ingresos de la siguiente manera: 20% para la administración; 30% de inversión; 5% para la Junta del Yaque; y 10% para los clubes, entre otros.