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PRISMA ECONÓMICO

Crecer es primero

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Frank Fuentes BritoSanto Domingo

Crecer es primero El crecimiento económico es una aspiración de toda sociedad y uno de los objetivos de las políticas públicas. Puede definirse como el proceso de expansión de la producción nacional medida por el incremento porcentual del PIB o del producto per cápita. Desde los orígenes de su estudio, ha sido considerado como una medida de bienestar e indicador del éxito de la política económica. La velocidad a la que se expande una economía tiene efectos extraordinarios sobre el bienestar de una nación en el largo plazo. Por ejemplo, entre 1950 y 1975, el ingreso per cápita promedio de India creció 1.8%. A este ritmo, el ingreso se duplica en 40 años. En cambio, en China, entre 1975 y 2000, el ingreso per cápita creció 6% anual. A este ritmo, el ingreso se duplica cada 12 años. Si India hubiera mantenido ese bajo crecimiento en años subsiguientes, la economía China fuese entre seis y ocho veces más grande. En la actualidad, el rápido crecimiento de estos gigantes asiáticos les ha permitido proporcionar mejores servicios sociales, reducir la pobreza y convertirse en motores del crecimiento mundial. Pero el crecimiento económico no debe ser concebido como un fin en sí mismo, más bien es un medio imprescindible para lograr una mejoría en el bienestar colectivo. Un concepto más amplio es el desarrollo económico, que envuelve aspectos estructurales como educación, mortalidad infantil, esperanza de vida, libertad política, seguridad social, distribución del ingreso, entre otros. No obstante, cualquier estrategia de desarrollo requiere de crecimiento para producir un cambio estructural significativo en cualquier país. Sin crecimiento sería muy difícil lograr una reducción sistemática de la pobreza, particularmente en economías en desarrollo. Una economía estancada produce altos niveles de desempleo y marginalidad social, al tiempo que limita la capacidad del Estado para destinar fondos públicos para gasto social e inversión en infraestructura. Del mismo modo, sin crecimiento los esfuerzos de redistribución de la riqueza implicarían beneficiar determinados grupos en detrimento de otros, generando incentivos perversos para el desarrollo sostenido. Por tanto, para alcanzar el desarrollo hay que procurar crecer primero. En el caso dominicano, la economía ha evidenciado un potencial de crecimiento por encima de los parámetros de la región latinoamericana, con una tasa de crecimiento promedio de 5.9% entre 1992 y 2009. Esto ha permitido que la producción nacional se haya casi triplicado en menos de 20 años, logrando una paulatina mejoría en los indicadores sociales a pesar de los efectos de la crisis bancaria sobre la distribución del ingreso, el desempleo y la pobreza. Por esta razón, yerran aquellos que intentan desmeritar la importancia del crecimiento. Un aumento sostenido de la producción nacional crea condiciones favorables para que políticas públicas eficientes fomenten el desarrollo. Por ende, y sin desconocer los importantes retos sociales que todavía persisten en nuestro país, la evidencia indica que la ausencia de crecimiento implicaría la permanencia de la pobreza y la marginalidad. No nos engañemos, para contar con los recursos para financiar el desarrollo, reducir la desigualdad y promover la inclusión social, crecer es primero.

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