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LA ESCUELA ECONÓMICA

Yeyé lo perdió todo porque no cumplió una deuda laboral

Yeyé es un hombre de pocos conocimientos académicos y de limitada habilidad con las letras, pero con mucha agilidad para hacer negocios y sobre todo un trabajador incansable.

De muy joven se hizo sastre y trabajó varios años en diferentes sastrerías de la parte este de Santo Domingo.

Su entusiasmo emprendedor lo llevó a lanzarse con su propio proyecto. Yeyé comenzó a trabajar por pedidos al por mayor de tiendas por departamentos y en ocasiones hasta amanecía cosiendo en una máquina decenas de pantalones y camisas para cumplir con los pedidos.

Eran los años 80, la demanda fue creciendo, lo cual permitió que en poco tiempo Yeyé alquilara un local amplio donde contrató a más de 10 operarios, compró máquinas industriales de coser y ya tenía una fábrica en completa operación.

Yeyé compró un buen vehículo, tenía una camioneta para entregar los pedidos, así como su casa propia.

Algunos sastres que habían sido sus compañeros de trabajo ahora eran sus empleados.

En ese tiempo todavía el fisco no era tan organizado, no existía el número de comprobante fiscal y se podía trabajar sin preocuparse por el pago de impuestos.

Esa era una ventaja para los pequeños emprendedores como el amigo Yeyé.

Sin embargo, el Código de Trabajo sí estaba vigente y era preciso responder a los derechos laborales adquiridos por los trabajadores. En una ocasión Yeyé despidió a dos empleados y aparentemente no cumplió los compromisos laborales correspondientes, es decir, el pago de las prestaciones.

Yeyé se olvidó de eso y pasaron cerca de dos años. Un día sorprendentemente, llegaron al taller de Yeyé varios policías, un ayudante de la Fiscalía y otras autoridades con una sentencia judicial que ordenaba el embargo total de sus bienes.

De la noche a la mañana Yeyé pasó de ser un mediano y próspero empresario a un ciudadano desamparado, sin dinero, sin casa, sin vehículos, sin taller.

Tuvo que entregarlo todo y se quedó con nada.

Lo que ocurrió con Yeyé le puede pasar a cualquier pequeño empresario que esté en proceso de desarrollo y no haya buscado asesoría de un contador público autorizado para que lo asesore en cuanto a mantenerse al día en sus obligaciones tributarias. Eso es imprescindible, hoy más que nunca.

En cuanto a las responsabilidades laborales, es bueno que los pequeños empresarios, cuando tienen empleados, aunque sea pocos, vayan acumulando en una cuenta aparte una especie de “fondo para pasivo laboral”, que es la cantidad de dinero de prestaciones laborales que le corresponde a cada uno de sus trabajadores.

De esa forma, cuando se le ofrezca despedir a uno o varios por cualquier situación, no tendrá que afectar su capital de trabajo ni sus ganancias, pues tendrá en reserva el dinero que debe pagar.

Esa previsión tiene la ventaja de que evita el riesgo de ser demandado en términos laborales y arriesgarse a perderlo todo con cualquier embargo judicial, sin saberlo, pues muchos procesos se desarrollan silenciosamente y los pequeños empresarios, que no tienen abogados contratados ni asesores especializados, pues los recursos no alcanzan para eso, a veces se olvidan de asistir a cualquier citación o de conciliar con algún ex empleado inconforme porque no le pagaron sus prestaciones como manda la ley laboral. Lo que le pasó a mi amigo Yeyé.

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