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Literatura/Epistolario

Cartas inéditas de Rilke a su madre

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(Tomado de La Jornada Semanal)

Rainer Maria Rilke (1875-1926) no sólo es uno de los grandes poetas de todos los tiempos, sino también el autor de algunas de las cartas más importantes de la literatura del siglo xx, como lo muestran sus Cartas a un joven poeta. A lo largo de su vida mantuvo una abundante correspondencia con diversos artistas y amigos, como Rodin, Tsvietáieva, Pasternak, Lou Andreas-Salomé, Marie von Thurn und Taxis y Rudolff Kassner. Algo de ello está traducido al castellano. Sin embargo, por algún motivo siempre han quedado relegadas aquellas que escribió a su madre, Sophie Enz Rilke. Del volumen que recoge las cartas que le envió puntualmente en la víspera de Navidad, de 1900 a 1925, al parecer no existe nada en castellano. Con la traducción de las siguientes cinco cartas comienza a llenarse ese vacío. Iván García

Cartas de Navidad a mamá Rainer Maria Rilke 1901 Westerwede, cerca de Worpswede, 21 de diciembre de 1901.

Querida mamá: ¡Es Navidad! Me gustaría mucho poder escribirle una larga carta navideña, pero en mi nueva y envidiable condición de papá, tengo tantas obligaciones, que sólo puedo enviarle unas cuantas palabras afectuosas. Creo que esta vez no recibirá tan triste e inquieta el hecho de que no vaya a Praga para el día 24, porque, sabe, tengo una casa propia, una mujer querida y una pequeña hija1 para la que naturalmente quiero adornar un árbol de Navidad. ¡No estoy más solo! ¡Eso lo explica todo! ¡A la hora de los regalos, estaré en pensamiento con usted! En cuanto a mí, me dispensará que llegue con las manos vacías, pues no se puede considerar el libro Los últimos como regalo. ¡Que el libro la alegre un poco, querida mamá! Además mando nuestras dos fotos como usted anhelaba: así, en esas horas, estamos cerca también en imagen y puede vernos a nosotros, a una parte de nuestra casa y a nuestras tierras. ¡Qué maravilla pensar que usted pueda conocer todo esto! Con gusto, las habría llevado a enmarcar, pero no conozco el tono del peluche2 rojo y, sin duda, los marcos deben ser como los de las otras fotos. Por ello, las recibirá tal como están.

Intercambiaremos regalos tan pronto oscurezca y Clara (que hoy está de pie) circulará por la sala y podrá llevar a nuestra querida bebé hasta el árbol de Navidad.

¡Dé gracias por todo, con todo el amor! Pensamos con mucho afecto en usted, querida y bondadosa mamá. Cariñosamente la besa su agradecido René.

Querida mamá: Le envío muchas felicitaciones cordiales y votos de Navidad y también un saludo de nuestra pequeña. su hija Clara.

1903 Roma, Villa Strohl-Fern, 20 de diciembre de 1903.

Mi querida mamá: Sólo el día 24, en la hora preciosa de la paz, debe leer estas líneas que dan testimonio de mi presencia en su noche de Navidad. Sólo por una dádiva puedo estar allí, pero ésta realmente me acerca a usted y me permite acompañarla, donde quiera que se encuentre, y estar frente a usted con mi querida esposa, siempre que lo desee, ¡como en nuestro reciente reencuentro en Karlsbad!Cuando estábamos en París, usted manifestó su deseo en ese sentido, pero en ese entonces no pude satisfacerlo. Como puede ver no lo he olvidado y anhelo de corazón que la foto le agrade y le dé la sensación, al contemplarla más tarde, de que estamos allí en la Noche Sagrada y siempre.

Pensábamos enmarcarla y lo habríamos hecho, pero no sé si prefiere hacerlo usted misma con el terciopelo de costumbre para que combine con las otras fotos, y no me atrevo a encargar aquí ese trabajo, porque no conozco los matices del tejido, ni sé dónde encargar cosas de ese tipo. El marco también habría hecho más difícil el envío, así que la mando como está, rogando me perdone y esperando que le guste, ¡y que la insignificancia de nuestro regalo se vea compensada con el gesto y la intención! El Niño Jesús que hizo favor de enviarme adquirió un valor aún más especial que todo lo que yo pudiera ofrecerle, dadas las palabras que me dedicó.

Pero ahí donde mi presente peca de sencillo, resalta la certeza de que muchos de mis votos celebran con usted su fiesta, la envuelven y oran por usted en la Hora Sagrada que vivimos juntos por el hecho de sentirnos y acogernos profundamente en comunión.

Sienta en su pecho, querida mamá, la magnificencia de esta Hora, y que ella, con sus manos suavísimas, alivie su corazón de todas las opresiones.

La fe fortalece y la hora silenciosa de Navidad es de aquellas capaces de irradiar su fuerza, porque está impregnada del milagro y es llena de misterio. Nosotros debemos ser silenciosos, introspectivos y lo suficientemente serenos para recibir la gracia divina contenida en esta hora, que a muchos deja indiferente por estar llenos de ruido y no tener paz. Al final, todo consiste en atenerse a la grandeza, aquello que vivimos en lo íntimo de nuestros corazones y que nadie puede perturbar. Si en las horas de recogimiento y elevación, afirmamos que es vida aquello que palpita vibrante y festivo en nuestro interior, y nuestra mirada brilla con un torrente de lágrimas sinceras, entonces el bullicio que nos aturde, lo cotidiano y la tristeza nunca más nos confundirán: con indulgencia compasiva lo soportaremos, e incluso si sufrimos bajo ese peso, éste no nos hará inferiores a lo que fue prescrito por Dios, pues Él justamente nos impone las horas de elevación como estaciones radiantes de una senda sombría, en la que nosotros Lo buscamos.

Acoja, querida mamá, estas palabras en la Hora Sagrada, como prueba de mi presencia y cercanía.

Deseo de corazón que la Noche Sagrada la encuentre con bien y que todas las contingencias que la rodean le propicien buenos momentos de paz. Acoja la gratitud fervorosa por todo el amor y la bondad que usted nos dio en nuestro aislamiento y envió a nuestra querida Ruth. ¡Usted siempre supo ser bondadosa con nosotros y por ello es necesario que conozca los cálidos sentimientos de nuestra alma!

Con amor la abraza, querida mamá, su René.

1909 París, rue de Varenne, 20 de diciembre de 1909.

Querida y bondadosa mamá: Que Dios la bendiga y la alegría sagrada la acompañe en esta fiesta de paz. Como todos los años, celebro con usted en espíritu y me alegra profundamente saber que haya viajado a tiempo para pasar la Noche Santa (como corresponde en esta fiesta de congraciamiento del año), en un entorno amigable; no sin extraños, es cierto, tampoco a solas, sino con la disposición serena que nos permite confinar toda la nostalgia de casa a un rincón del pecho muy bien protegido –ahí donde para los solitarios, como en compensación por todo cuanto les falta, surge, con una nitidez y claridad que sólo ellos conocen, el consuelo de la conciencia de estar trayendo en su interior la llama íntima de Dios por tierras desconocidas y lejanas. ¿Cómo podría alguien celebrar la hora sagrada de manera más viva que con esa conmovedora convicción, a un tiempo humilde y distinguida, que hace brillar el corazón y hace sutil al alma? ¿Es posible quedarse en el sublime consuelo sin presumir que acaso no lo habríamos conquistado de haber conocido menos persecución, prueba e injusticia? ¿Las dificultades que nos son impuestas no afectan profundamente nuestro corazón, cuya bienaventuranza conocemos sólo vaga y superficialmente? ¿El mal, al acecho, cuántas veces no quiso seducirnos a nuestro paso por el buen camino? ¿Y no cultivamos cien veces bajo el auspicio de ese u otro dolor la paciencia, que es importante en la espera de que el bien esté listo para nosotros, y nosotros listos para per-cibirlo y experimentarlo?

Nuestra vida es rápida y breve. Dios, en cambio, inmutable y eterno. Por eso siempre hay momentos en que pareciera que no hay concilio entre las cosas. Pero nosotros, de hecho, no debemos saber cómo se concilian, sino sólo estar ahí con el corazón abierto al misterio, para que lo vasto tenga espacio en lo ínfimo y para que en la intensidad de nuestra existencia pueda poetizarse un instante perpetuo, que confluya con la infinita eternidad divina.

Sean estos, querida mamá, nuestros pensamientos afines en la hora de comunión espiritual de la antigua y sagrada fiesta. Que la paz y el valor en abundancia fluyan hacia su corazón.

No pude abandonar mis diversas tareas para buscarle un regalo de Navidad, así que le envío una sencilla edición de bolsillo de Imitation. Sé que usted también la ama, y a mí, esa obra enigmática y rica en el original francés siempre me tocó pro-fundamente, acójala con amor como es dado, y reciba el abrazo afectuoso de su René.

Anexo en un sobre: A mi querida Mamá, a Innsbruck – Navidad de 1909.

1910 Túnez, Hotel Tunisia Palace19 de diciembre de 1910

Mi querida y bondadosa mamá: Desde aquí, en una región del planeta y un país realmente extraños, envío esta vez mis cariños de Navidad. Y sin embargo, no tengo ninguna duda de que esto no impedirá que nuestros flujos se encuentren y se abracen en el instante anual en que se ofrecen los regalos, y que incluso estaré muy cerca, en filiación y participando fielmente de su celebración de paz. Acepte, pues, querida mamá, un beso cariñoso en la hora solemne de Navidad, la más feliz del año, la más misteriosa, donde los sueños, en el silencio de la noche, se elevan a los cielos y se cumplen como en un milagro: vívala de corazón, en el profundo y gran recogimiento, dejando ir toda incertidumbre y zozobra. En esta hora de la noche santa, hay en nosotros un lugar en el que somos simplemente niños, que espera y está ahí, confiado y libre de dudas, en su derecho a la suprema alegría: esto es la Navidad, sentir dentro de sí, una vez al año, la expectativa, la esperanza inquebrantable de que el adulto, que ahora habla fuerte en nosotros, nos quiere sorprender, no un poco, no, mucho, con el infinito; al final, nuestros mayores deseos, si los contemplamos a la luz del corazón, no pueden sino revelarse satisfechos. Pues en ningún momento traemos en lo íntimo un deseo, sino una satisfacción que necesitamos ofrecer a Dios, y esa dádiva terrenal ha de sublimarse y darle gloria.

Esos son, querida mamá, mis votos navideños para usted, recíbalos, cálidos como son, y permítales, en armonía con sus sueños, que envuelvan su corazón.

Aquí se erigen mezquitas, templos divinos de otra fe, pero a idéntico Dios, como es evidente en el fervor religioso que impregna la vida de los musulmanes. Es un país de una inmensa y apasionada fe. Basta recordar que fue precisamente en esta tierra donde la primera cristiandad dejó raíces profundas, Cartago, o las cercanías de Cartago, es la cuna de san Agustín.

Así, querida mamá, le deseo ánimo, esperanza y un corazón claro. El 24, a las seis horas, como siempre, participaré en espíritu de su celebración íntima y estaré cerca de usted. La abraza su viejo René.

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