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Paco Lombardi: La mayoría de edad del cine peruano

Sin grandes derroches técnicos y sin acudir a guiones espectaculares, Francisco Lombardi (Tacna, Perú, 1949) se ha ganado un sitial de vanguardia en la historia del séptimo arte del siglo XX.

Mientras que algunos realizadores como Andrés Vicente Gómez consideran su cine demasiado localista, otros como Arturo Ripstein, Humberto Solás y Walter Salles, no dejan de admirarlo.

Para la critica cubana Karina Paz Ernand, la filmografía del peruano universal: ‘‘se erige como estandarte de ese otro cine, una "propuesta diferente" que ha venido desarrollándose -aunque a tropiezos y empellones- en Latinoamérica’’.

Ahora, que los organizadores de la Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo han anunciado una retrospectiva de su obra como parte de este evento,

el cinéfilo dominicano tendrá la oportunidad de enfrentar, de manera conjunta, una parte de su obra que marca hitos en cuanto al tratamiento de temas fundamentales de nuestro presente histórico social y que de manera efectiva él sabe llevarlos a la pantalla sin tantas lentejuelas.

Crítico de cine, director y productor de televisión, Lombardi realizó estudios en Tacna y Lima, para después, en 1968, viajar a Argentina y matricularse en La Escuela de Cine de Sante Fé, hasta que el Gobierno Militar la clausuró. Regresa entonces a Lima para terminar sus estudios de Dirección Cinematográfica y se enfrenta a la ausencia de producción de cine en su país, lo que lo lleva a estudiar periodismo, profesión que combina con la crítica.

En 1974 comienza a filmar cortos, para después debutar con el largometraje ‘‘Muerte al amanecer’’, donde aborda las últimas horas de vida de un condenado a muerte por un delito que no cometió.

Vendrían después Muerte de un magnate y Maruja en el infierno, pero su salto a los escenarios internacionales no llega hasta La ciudad y los perros, cinta con la que obtiene importantes premios en los Festivales de San Sebastián, La Habana, Cartagena y Moscú.

Lombardi es una realidad y a partir de ese momento, su cine se convierte en una pieza imprescindible del movimiento del nuevo cine latinoamericano.

Los militares, el poder, la intolerancia, la corrupción administrativa y la desesperanza social son algunas de las constantes temáticas de su obra.

Directo (La boca del lobo), estremecedor (Tinta roja), garciamarquiano (Caídos del cielo) y mordaz (Pantaleón y las visitadoras) su producción puede estudiarse también a partir de un espiral temático donde los personajes aparecen y desaparecen disfrazados de inconductas, como prototipos de un discurso cultural que no deja de golpear las ansias de justicia social de los latinoamericanos.

La violencia, como categoría cultural, ha evolucionado en su cine con efectiva transparencia. La sangre, las torturas y las desgracias vienen dadas por la sutil manera de entender el desarrollo de las miserias humanas en el mundo interior de sus personajes.

Evidentemente que Lombardi ha golpeado muy duro a las puertas de los militares y sus abusos. ‘‘La ciudad y los perros’’, ‘‘La boca del lobo’’ y ‘‘Pantaleón y las visitadores’’ trazan líneas de elocuencia temática dentro de un adecuado manejo de la puesta en escena.

Si en la primera obra mencionada la denuncia sobresale de las mismas entrañas del poder junto a sus vicios, doble moral y abusos de autoridad, en ‘‘La boca del lobo’’ se critica la inseguridad, la cobardía, la desorganización y la ignorancia de la ‘‘clase militar’’. En ‘‘Pantaleón...’’ el nivel de corrupción acumulado dentro del ejército es llevado a extremos aleccionadores.

Estos ejes, con independencia de tocar inmediateces y sobresaltos no esperados, son auténticas obras de arte. Aquí hay un maestro detrás de la cámara, atento a todos los movimientos de sus actores y añadiendo, aquí y allá, de manera eficazmente discreta, sus resortes técnicos.

Si bien es cierto que su fotografía no es nada del otro mundo, Lombardi se apoya en determinados recursos expresivos para sacar adelante su cine con más luces que sombras. Lo más importante de sus películas es el nivel de comunicación que establece con el espectador.

Estamos en presencia de un cine sorpresivo, que impacta desde las primeras imágenes; sus películas no aburren, saben moverse entre la elocuencia de la banda sonora y el discreto encanto de la dirección actoral. Son piezas que advierten transparencias, donde nada falta. Su cine es un tributo a la perfecta linealidad donde la historia transcurre con una extraordinaria visión ordenativa, sin excesos; donde la vida es la protagonista que lleva de la mano los recursos estéticos en una perfecta hermandad.

Francisco Lombardi no es un director ni ingenioso, ni preciosista, ni profético. Su ojo de periodista sobresale en cada escena con naturalidad, al igual que su vocación de crítico. Su cine es un culto a la construcción de un guión interesante, a la filmación de una trama convincente y al planteamiento de diálogos creíbles. Estos elementos han sido los resortes fundamentales de su obra y lo han convertido en el maestro de la sencillez.

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