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Poesía

Elvio Romero el poeta desterrado

Considerado por muchos años como el Poeta Nacional de Paraguay, y exiliado político a causa de las dictaduras militares, fue una de las voces fundamentales de la lírica sudamericana del pasado siglo XX.

“He pretendido que mis libros respirasen como los hombres; que contuviesen el aliento de nuestra naturaleza encendida por su vasto espacio verde y por el verano; por eso los poblé de personajes y de árboles que cantan y de gente cuyo oficio era sentarse en mitad de la luz del mediodía o del fulgor de la luna, de guitarreros demorados bajo las ventanas para entonar sus endechas; quise que esos libros invitasen a los viajeros a detenerse a contemplar la magia de nuestra región escarlata, y los he imaginado saliendo a las calles y andando con esos vecinos, en cuyos hombros descansan las golondrinas después de un largo vuelo. Resumiendo: quise que mi libro oliese a huerta con azahares en flor, a valle perdido entre las colinas, a bosque o a persona trashumante, y que sus páginas tuvieran un color de banderas sobre los techos solitarios de los pueblos. Al fín y al cabo, yo había salido del silencio de esos pueblos y no podía vivir sino con la costumbre de llevarlos conmigo” (Elvio Romero, Antología Poética, 1947-2005, Prólogo: Servilibro, Asunción, 2006.)

Quien esto escribe fue uno de los grandes cantores de América. Y el que más alto colocó la bandera paraguaya en el entramado poético universal. Otro de los tantos bardos perseguidos y obligados al destierro por el solo delito de amar a su país a través de la mejor literatura. Elvio Romero (Yegros, Paraguay, 1926 - Buenos Aires, 2004)

De origen humilde, desde su primera juventud se integró al movimiento comunero. Allí tuvo una activa partición. Su militancia revolucionaria lo condenó al exilio. En 1947 (el mismo año en que Pedro Mir se exilia en Cuba) se ve obligado a abandonar su patria por estar condenado a muerte por el régimen dictatorial que allí imperaba. Y nunca más volvió a su amada patria natal. A partir de esa fecha y hasta su fallecimiento, ocurrido en la ciudad de Buenos Aires donde instaló su residencia definitiva, no volvió a residir en Paraguay. Viajó incansablemente alrededor del mundo, pero jamás olvidó a su patria y a los suyos, y la proyectó en toda su obra con un inconfundible acento paraguayo.

Durante su exilio, el poeta sobrevivió de múltiples formas. Fue empleado en pequeños comercios y ejerció funciones editoriales en América y Europa. En todo ese tiempo jamás descuidó su obra poética. Por el contrario, esta creció en dimensión y calidad y recorrió los más importantes escenarios de ese tiempo.

Exilio, desamparo, amor, fueron temas muy vinculados a la poética de Romero. El mismo autor nos dice: “Durante el largo exilio que padecí, mis compatriotas, mis amigos, y algunos desconocidos también, se acercaron a mi casa de exiliado, trayendo la fragancia de las cosas lejanas, reconfortando mi retiro. Compartí la lucha de mi pueblo por su libertad, viví atento a la formidable gesta protagonizada por los miles de combatientes que, cautelosa y valerosamente, prepararon el porvenir de la patria, y mi canto se fue conformando así, entre exaltaciones vibrantes y melancolías, de esas luces y sombras que, alternativamente, estremecen el alma. No se ya si pronto, o tarde, comprendí que debía recoger en mi poesía todos los estados de ánimo que brotaron de esas tristezas fugaces y de una impresionante e impertinente rebeldía. Entonces abrí todas mis ventanas para que entrasen los vientos del mundo, y así pude juntar las desvaídas hojas del decaimiento con la ardiente ramazón de un fuego combativo. Todos mis sentimientos, todos, se mezclaron, como en la galera de un prestidigitador los papelitos de colores y desde donde salió volando una paloma de oro al calor de mis pasiones y mis imaginerías”.

Intentó incorporar a su poesía el dialecto guaraní. Aun viviendo fuera de su patria estuvo en contacto con algunas de las innovaciones a esa lengua impuestas por la modernidad. Sin embargo, sus estudiosos antologan un solo texto escrito en esa lengua: “Che ropea gu?pe”. El propio Romero se considera deudor del poeta Herib Campos Cervera, quien escribió mucho antes que él textos en guaraní, entre otros aportes de vanguardia a la poesía paraguaya.

Otro de sus grandes aportes fue la transformación del discurso amoroso del hombre paraguayo. Romero no pone al hombre arrodillarse en busca de una conquista (pasajera o circunstancial), a confundir pasión con relación igualitaria hombre y mujer como objetivo último para construir una familia. Para Romero el amor es un sentimiento compartido que todo hombre o mujer tiene el derecho a manifestar con dignidad.

Un ejemplo aparece en su poema “Fuego”:

El beso que yo te doy te deja una sola herencia, constelarte en su fulgor, en su fragancia, en su arena. activación de mi pecho fruto viril apetencia; cárdeno deseo de gloria; sed de una posesión serena.

El beso que yo te doy quiere medir tu estatura quiere respirar tus trenzas quiere ceñir tus suspiros quiere atravesar tu lengua... son clavos que llevo adentro donde mis hambres te acechan donde mis armas te forjan donde mis hierros te queman. Se apoya en tu corazón y allí te acosa y te cerca.

Miguel Ángel Asturias, en su prólogo a “El sol bajo las raíces” (1956), sentenció sobre el poeta: “Lo que caracteriza la poesía de Elvio Romero es su sabor a tierra, a madera, a agua, a sol, el rigor con que trata sus temas, no abandonándose ni un solo momento a la facilidad del verso, y el querer interpretar el drama de su país joyoso de naturaleza y triste de existencia, como muchos de nuestros países. Pocas voces americanas tan hondas y fieles al hombre y sus problemas, y por eso universal. Poesía invadida, llamo yo a esta poesía. Poesía invadida por la vida, por el juego y el fuego de la vida. Pero no la vida como la concibe el europeo, chato siempre ante nuestro mundo maravilloso y mágico, sino como la concebimos nosotros. Elvio Romero, como todos los auténticos poetas de América no tiene que poblar un mundo vacío con su imaginación. Ese mundo ya existe. Interpretarlo es su papel, lo real es lo poético en América, no lo imaginado o ficticio. Y por eso se nos queda tanta geografía dispersa en flores, en astros, en piedras, en aves, cuando leemos los poemas de este inspirado poeta paraguayo. Por los intersticios de tanto prodigio como va cantando, se escapa el dolor de los pueblos, gemido y protesta, pero también esperanza y fe. Pero estos sentimientos y pensamientos nacidos del paisaje que se torna lúcido y que por momentos llegan a ser opresores, son rotos por el poeta que los “nombra”. Romper el encantamiento “nombrándolos” es el arte de Elvio Romero, el encantamiento natural, ya que son transpuestos a sus poemas en el logro de otro encanto, el de la poesía, el sobrenatural. Sobre la naturaleza van sus versos arrastrando raíces de sangre viva, de vértigo, contraste y metamorfosis. Lo formal, se cuenta, cuenta poco en poetas en que hay una tempestad atronadora, en los cuales lo que se dice se expande y al expandirse crea o recrea, del mundo nuevo, su vibración auténtica.”

Personaje. Como ser humano el poeta fue una persona excepcional, caracterizado por su decencia, humanismo, sensibilidad y amor entrañable a la humanidad. Vivió los últimos años de su vida en Buenos Aires, Argentina.

Elvio Romero, Poeta Nacional de Paraguay.

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