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Un pez en el desierto

La escritora reflexiona sobre el mundo narrativo de Eduardo Lantigua

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María del CArmen RamírezSanto Domingo

UNIVERSO NARRATIVO DE EDUARDO LANTIGUA

En un continuo reflexionar crítico-creativo, el escritor Eduardo Lantigua se sumerge en el desarraigo de los inmigrantes dominicanos en particular y del mundo en general y, como inmigrante que es, él mismo es historia y por ende personaje protagonista que se rebela creando rabiosamente representaciones artísticas de esa realidad, verosímiles y legibles.

Parafraseando a Odalis Pérez en una poética activa de la narración, prólogo de Ya no estaban las palomas, las composiciones literarias de Eduardo Lantigua tanto en Un Pez Atrapado en el Desierto, como en Ya no estaban Las palomas, son de carácter esquizoide, pues el escritor se obsesiona con el existir paradójico del hombre y la mujer confinado al tedio, la soledad, la melancolía, a la angustia, etc. Sin embargo, el sentimiento de soledad es el más recurrente y sórdido, así como el que marca más la subjetividad del escritor y las de sus personajes. Este tema es también explorado por Rubén Sánchez en “La Inagotable lectura o el eterno circular de la bestia”, texto que prologa el libro de Eduardo Lantigua La inagotable Lectura. “Lantigua se vale de la poesía para enfocar algunas paradojas del hombre citadino en la posmodernidad: la soledad en medio de la multitud, estar muerto en vida y el nomadismo.” (La inagotable lectura, p.12)

Probablemente el escritor con su padecimiento escriturar siente lo mismo de Octavio Paz, en su continuo cuestionar como inmigrante a la sociedad norteamericana: “…El sentimiento de soledad… no es una ilusión sino la expresión de un hecho real. Somos de verdad, distintos. Y, de verdad, estamos solos”. Octavio Paz, 1984:22

En los textos de Lantigua se encuentra la presencia de un arsenal de mecanismos ficcionales como la intertextualidad en sus diferentes versiones: citas, oralidades, paradojas, referencialidad, etc. Sin embargo, son las paradojas y las ironías con sus respectivas tipologías (situacional, dramática y verbal) las que articulan su narratividad.

En Un pez atrapado en el desierto detendremos nuestro análisis en los personajes femeninos porque a nuestro entender con ellos el escritor alcanza mejor la construcción de las paradojas existenciales. En la mayoría de los relatos, las mujeres son personajes con un humor a flor de piel (la ironia es uno de los componentes de la categoría del humor). Como antídoto inconsciente para suavizar la existencia, Sorangel le dice a su hermana Elena “…además, ese “brei” dizque de “lonche” que no te da tiempo a ti ni para tragarte un mangú que se te queda atrabancado entre Boca Chica y La Caleta…” (Un pez atrapado en el desierto, p.12)

Las mujeres son intérpretes narrativas, como lo llama Guillermo Arraiga, personajes pólvoras que están siempre al borde del abismo. A pesar de ser personaje pólvora, aquellos que explotan emocionalmente ante cada evento que rompe el equilibrio de su existir, son por ello extrovertidas, inhibidas sexualmente y en el habla, que estallan emotivamente ante cualquier evento de fuertes cargas emocionales, como Sorángel en ¡Hermana mía, eso era una pura jodienda. Como lectora, entro en complicidad con la intención escritural de Lantigua , al descubrir que asume la ironía situacional (que para algunos autores es ironía estable , pues está dentro del contexto del relato), ya que Sorángel , por inocencia, se cree burlar al jefe con el hurto de perfumes y jabones y con el abandono posterior del empleo sentencia "Para que sepan, esos gringos pariguayos!...

...ahora es diferente, Elena”

Precisamente, la confabulación escritor-lector radica en que ambos sabemos que la relación capital–trabajo continuará haciéndole invivible la existencia de ella. Su no conciencia de explotación laboral, la evidencia en Un anciano creado al antojo de otras fuerzas, donde la historia es engarzada con en ¡Hermana mía, eso era una pura jodienda! Donde ya Sorángel en su nuevo empleo le cuenta de manera jocosa su progreso, con ello el escritor sugiere un crescendo de la enajenación del personaje, lo que es para Marx la alineación, cuando el hombre vive en condiciones ilusorias pero la toma como si fueran reales.

Con la siguiente construcción narrativa “Mientras miraba la pintura oxidada del techo, su memoria comprimida por el peso de la angustia, el zumbido de los recuerdos y la negligencia certera de la estación, escuchó la tos seca taladrando el perímetro.” (p.16), la paradoja existencial, se da por la contraposición de la “alegría” de Sorángel con la melancolía del padre y la angustia de Elena.

II.-La infinita cicatriz: Buceo estético de Eduardo Lantigua

Con el texto Ya no estaban las Palomas, de Eduardo Lantigua nos encontramos con un creador con una progresiva dimensión poética; un escritor conceptual en todo el sentido de la palabra. Prueba de ello es que en muchos de sus relatos el juego de las ideas es de sumo interés, donde, parafraseando a Umberto Eco, el goce estético es ya un placer de carácter intelectual.

Para interpretar el texto narrativo La infinita cicatriz, de Eduardo Lantigua nos planteamos la siguiente hipótesis: A pesar de que en La infinita cicatriz la tristeza esta correlacionada fuertemente con la muerte, el tiempo y la soledad como moduladores de la ficción, es precisamente la tristeza la categoría estética hegemónica en su procedimiento creativo, lo que es para Lantigua “…punto de interés creativo o estético que se desplaza por todo el texto como matriz dominante o como justificación de una emotividad sugestiva…” (Ya no estaban las palomas, p.103)

En la representación El mundo de Cristina, de Andrew Wyeth, el creador descubre la posibilidad de un hecho estético narrativo: La Infinita Cicatriz, encontrando así una historia en un mundo—espacio, el arte pictórico; dándose lo que es para Jorge Luis Borges la inmediatez del hecho estético. Ahora bien, para que se diera ese encuentro de sensibilidades artísticas tenía que existir una subjetividad en el escritor capaz de absorber el discurso visual de Andrew Wyeth. Es bueno resaltar que ambos son creadores meticulosos y “lentos” en su proceso creativo, ahí radica justamente la precisión de sus productos artísticos.

Ya con el hecho estético agarrado por los cuernos, Lantigua se aproxima al papel en blanco con un constructo narratológico (Presuposiciones sobre las teoría del cuento) que de antemano lleva la de ganar: entonces, sumergido en el mundo angustiante de Cristina, el buzo estético, aseguraba encontrar en su subjetividad, una experiencia vital con una analogía estética parecida y ahí se asoma La Infinita Cicatriz de Isadora. Para entramar el relato engarza las dos historias con la siguiente situación narrativa: Isadora “mujer vencida por la nostalgia” sentada en un mueble, con fotografía en la mano contentiva de un recuerdo ( el espacio cerrado contribuye a incrementar la tensión del relato) contempla el cuadro, El Mundo de Cristina, entonces, la soledad angustiante de Cristina arrastrándose trabajosamente (por su discapacidad motora) para llegar a su vieja casona que estaba en la colina, esto junto a la complicidad de un paisaje árido, rural, solitario y que por demás, está plasmado con un cromatismo ocre y grisáceo, entonces, el narrador acude a los depósitos de los sueños y los recuerdos de Isadora para desarrollar el relato.

Aquí entra el maestro con su arsenal narratológico, toma su principal arma: La tristeza para ambientar la atmósfera del texto: “…Tenía la cara de su niña Desiré que ahora había crecido triste con una expresión de soledad ajena sorprendida en los ojos. No quiso tropezar con el dolor de aquella mirada…”

En un continuo ambiente sombrío, introduce el tiempo no consignado junto a la música como elementos narrativos que incrementan el estado de tristeza, desidia y melancolía de Isadora: “…Hacía como dos horas, que la música venia insistiendo en el dolor…”. A propósito, la música la utiliza reiterativamente como elemento de repetición, lo que contribuye al ritmo dinámico del texto “…La música impecable como laborioso cuchillo…” “…como lo hacía la música indolente a todo lo profundo y ancho de su pecho…”

El autor logra un adecuado empleo del símil que a la vez es una analogía de las dos existencias rotas: la de Cistrina y la Isadora “…Sobre el piso y contra la pared, la silueta proyectada de Isadora, tenía la apariencia serena de una ciudad dormida, reposada en la noche…”

Es una texto lleno de poesía y construcciones liricas, pero fundamentalmente es un texto con una estética de la tristeza lograda con soltura y maestría.

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