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Conmemoración

Charles Perrault, Clásico eterno

A casi 400 años de su natalicio, este literato fránces, ha logrado llegar a una generación que disfruta de sus historias, mas sin embargo no conocen nada de su autor, ni de su origen.

Durante la recién finalizada Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2016, compré para mi sobrina de cuatro años, el cuento de ‘Caperucita Roja’, versión para dibujar. Dos semanas fueron suficientes para que al visitarla, me relatara la historia de la niña de la capa roja, su abuela y el lobo.

Charles Perrault, autor de la versión original de esta historia, no sabía que para esta fecha, sus escritos seguirían captando la atención de los pequeños.

El pasado jueves 12 de enero se conmemoraba la fecha de su nacimiento. A pesar de la tecnología, sus clásicos infantiles no pasan de moda ni pierden valor. Han sido llevados a la pantalla grande a través de películas y dibujos animados. Con el paso del tiempo, las diferentes versiones inspiradas en sus historias han alterado su contenido, añadiendo, eliminando o adaptando a los nuevos tiempos algunos elementos, en busca de un público diferente a los niños.

En un principio, sus escritos no solo eran literatura infantil, sino moralejas poetizadas. El literato no solo se inclinó ante el gusto de la época, sino que logró demostrar su aporte a la juventud mediante los cuentos.

A pesar de las críticas por su estilo, sus cuentos están considerados como los más bellos de todos los tiempos, entre esos: ‘La Bella Durmiente del bosque’, ‘Barba Azul’, ‘La Cenicienta’, ‘El gato con Botas’, ‘Caperucita Roja’, ‘Pulgarcito’, ‘La Princesa Astuta’, ‘Ricardito, el del Copete’, y más.

Algunos de estos han sido objeto de versiones musicales a cargo de compositores como Gioachino Rossini, Jaques Offenbach y Paul Dukas.

Supervisión adulta Personalidades de la época de Perrault llegaron a acusarlo de corromper a los niños, adolescentes y jóvenes. Sin embargo, cada escrito dejaba clara una o varias enseñanzas para ellos y sus padres.

Hoy día, muchos cuentos, dibujos animados y música infantil están a la disposición de los más pequeños, sin supervisión de los padres o tutores. Quizás no sea el doble sentido o el mensaje oculto que tienen algunas de estas producciones lo que afecte sus mentes, sino la falta de supervisión de los adultos con lo que consumen los inocentes.

Leibi NG, escritora de literatura infantil, expresa que este tema tiene mucho por donde cortar y por donde coger.

“Para mi los cuentos clásicos forman parte de lo imaginario del mundo. Han pasado por todas las pruebas. Hace unos años, el didactismo y la moral invadieron los escenarios con adaptaciones que eliminaban ‘la crudeza’, ‘la crueldad’, y hoy día han regresado de la mano de los propios jóvenes que conviven con la vida y la muerte de manera cotidianaÖ con la bondad y la maldad.”

Comenta que las nuevas generaciones han descubierto que todo esta matizado sin extremismos, de manera que la madre puede ser el hada que aparece en la historia, de la misma forma que lo puede ser la madrastra, y el niño crece con esto en su interior.

Resalta también que los mangas japoneses y las animaciones que eran obras de arte, han ganado de nuevo el terreno perdido por las ediciones que pretendían mantener como encerrados en burbujas a los niños.

“Cada ser humano tiene que descubrir por sí mismo el camino del héroe y reconocerse en este viaje de la vida misma. En todo caso, lo vital, lo trascendente, es que padre y madre estén acompañando el crecimiento de este héroe que es cada ser humano. Que puedan explicarle tanto la muerte de un abuelo como el corte de los pies de ‘La niña de los Zapatos Rojos’ de Andersen, y aprendan lo simbólico de la literatura”, puntualiza NG.

Riqueza Nacional El autor dominicano de literatura infantil y juvenil, Cesar Sánchez Beras, opina que estos cuentos clásicos pertenecen a una tradición oral europea, y que no todos son precisamente para infantes. “Estas historias en su mayoría son sexistas, contrarias a la equidad de las personas y con un lenguaje violento no apto para los pequeños.”

Estas historias eran y son, aunque no como en otros tiempo ni con tanto énfasis, las más utilizadas en escuelas, jardín de infantes, por las niñeras y las madres. En este sentido, Beras reconoce que esto se debía a la escasez de textos literarios nacionales, donde los pequeños pudieran sentirse identificados.

“La literatura infantil dominicana ha dado un gran paso, tiene personalidad propia, donde cientos de autores, en todos los géneros (poesía, cuento, novela corta, teatro, leyenda, etc.) ofrecen una literatura rica en identidad y conectada con las raíces de los pequeños lectores”, expresa el escritor.

Aunque estas historias europeas siguen siendo consumidas por los niños dominicanos, el autor resalta: “En la actualidad, nuestra infancia y adolescencia cuenta no solo con un universo riquísimo de textos de autores criollos, sino que varias editoriales privilegian la literatura hecha por dominicanos para dominicanos. La literatura infantil dominicana está en su mejor momento en toda la historia de este género.”

CAPERUCITA ROJA (ORIGINAL) “Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.

Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.

-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.

Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:

-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

-¿Vive muy lejos? -le dijo el lobo.

-¡Oh, sí! -dijo Caperucita Roja-, más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.

-Pues bien -dijo el lobo-, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.

El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.

-¿Quién es?

-Es su nieta, Caperucita Roja -dijo el lobo, disfrazando la voz-, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:

-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.

El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.

-¿Quién es?

Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:

-Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:

-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.

Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:

-Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.

Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:

-Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!

-Es para abrazarte mejor, hija mía.

-Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!

-Es para correr mejor, hija mía.

Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!

-Es para oírte mejor, hija mía.

-Abuela, ¡qué ojos tan grandes tiene!

-Es para verte mejor, hija mía.

-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!

-¡Para comerte mejor!

Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.

Moraleja

Aquí vemos que la adolescencia,

en especial las señoritas,

bien hechas, amables y bonitas

no deben a cualquiera oír con complacencia,

y no resulta causa de extrañeza

ver que muchas del lobo son la presa.

Y digo el lobo, pues bajo su envoltura

no todos son de igual calaña:

Los hay con no poca maña,

silenciosos, sin odio ni amargura,

que en secreto, pacientes, con dulzura

van a la siga de las damiselas

hasta las casas y en las callejuelas;

más, bien sabemos que los zalameros

entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.

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