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LAS PÁGINAS BLANCAS

El legado de un poeta

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Carlos X. ArdavínSanto Domingo

Antes de su muerte en 1997, el poeta cubano Gastón Baquero alcanzó a barruntar la estela de su inmortalidad.

Siempre resulta curioso contemplar cómo se fragua la gloria póstuma de los poetas, sobre todo de aquellos cuyo conocimiento hasta hace relativamente poco no había traspasado el círculo de las minorías selectas. Este ha sido el caso de la poesía de Baquero, que sólo a partir de 1995, con la publicación de su Poesía completa por la Fundación Central Hispano, comenzó a tener la merecida resonancia que por motivos estrictamente políticos se le había escamoteado por años.

A partir de 1997 se verifica una auténtica revalorización crítica de Baquero, con la publicación de su Poesía completa (esta vez por la editorial Verbum, 1998) y de varias antologías, incluso una bajo el sello editorial de Letras Cubanas, en el 2001. Esta última antología, titulada La patria sonora de los frutos, viene a reparar, aunque tardíamente, la larga afrenta propiciada por la intelectualidad cubana de la Isla.

Padeció el excelso poeta de Banes el ya conocido “ninguneo” por parte de la izquierda latinoamericana, que nunca le perdonó su exilio y su rechazo de la Revolución cubana. De ahí que su nombre comenzara a pronunciarse cada vez con más intensidad una vez desvanecidos los muros mentales de Berlín.

En este contexto general de recuperación de la alta poesía de Baquero hay que situar la Antología poética seleccionada y prologada por Francisco Brines, y publicada con exquisito esmero por la editorial valenciana Pretextos, dentro de su colección «La cruz del Sur». En este libro, tanto el avezado lector de la poesía de Baquero como el bisoño, encontrarán sus poemas canónicos y alguna curiosa composición, cuya inclusión responde, sin duda, al buen gusto del antólogo.

Se ha repetido hasta la saciedad el carácter arbitrario de toda antología; no obstante, esta selección cumple el cometido de sintetizar una vida consagrada por entero al mester de la poesía, y lo hace con justicia, rigor y selectividad. Tal vez el único punto débil de esta antología sea el prólogo, demasiado escueto y ocasional. Un libro como este merecía una introducción demorada y más profunda.

Pero este reparo constituye una simple preferencia que poco importa ante la maravilla de la poesía de Gastón Baquero.

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